El cartero de Lucerna
Pese a lo que piensen las decenas de admiradores que llegaron ayer a Valkenburgo con camisetas de su rubio y mofletudo ídolo, Oskar Camenzind, un tranquilo suizo de la parte alemana (nació en Lucerna hace 27 años) es uno de los más improbables campeones del mundo en que pudiera haberse pensado en los pronósticos. Bajo para los estándares del ciclismo (1,74 metros) y regordete (65 kilos), Camenzind se había ilustrado como escalador de gran fondo y como nada desdeñable contrarrelojista.Un buen perfil para grandes pruebas por etapas más que para las duras clásicas, que exigen hombres de hierro. Se puede hablar de día mágico, pero sería injusto. Camenzind, al que le gusta danzar sobre la bicicleta, en un estilo único cuando asciende, es algo más que alguien que pasaba por ahí (estilo el Brochard 97) y se aprovecha.
Camenzind, el sucesor del caballo Ferdi Kubler (pese a toda su apoteosis de los últimos 10 años, ningún helvético ganaba el Mundial desde que en 1951 lo hiciera Kubler) promete. "Hasta ahora era sólo un hombre de grandes rondas por etapas más que de clásicas, aunque si me planteo una carrera de un día como objetivo puedo hacerlo bien", dijo. "Pero creo que en el futuro seguiré dedicándome a las grandes vueltas". Hay una especie de love affaire en el aire. En su primer Tour (1997), Camenzind, que en su juventud ejerció de cartero en la zona de Lucerna, terminó 12º; en su primer Giro (98), el corredor del Mapei (aunque en 1999 correrá en el Lampre, escisión en el megagrupo de Squinzi), terminó cuarto; y en su primera Vuelta (1998 también), 15º.
Ha ganado el Mundial porque ha lucido una forma que sólo podía tener gracias a haber corrido la Vuelta, y eso que no quería el suizo correr la ronda española este año. Había disputado ya el Tour y la Vuelta a Portugal. "No me apetecía lo más mínimo", dice. "Pero tengo que convenir en que, después de haber visto lo que se ha visto, era la mejor preparación posible". Y, la operación de hemorroides a comienzos de temporada, que le permitió optimizar su posición sobre el sillín. Fue a la Vuelta de rebote. Pável Tonkov, el líder del Mapei, se cayó una semana antes de la Vuelta. El director del Mapei quiso sustituirlo con un corredor normal, pero Squinzi, el patrón, se empeñó en Camenzind. "Me llamó dos días antes de que comenzara y no tuve elección". Dos semanas después de terminarla ya es campeón del mundo. Tampoco soñaba con ello.
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