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El gasto energético del alumbrado público en Valencia se ha duplicado en la última década El Ayuntamiento ha instalado 10.000 nuevos puntos de luz desde el año 1995

El gasto de energía para alimentar el sistema de alumbrado público de la ciudad de Valencia se ha duplicado desde 1990. El recibo de la luz que paga el Ayuntamiento de Valencia ha engordado en los últimos años hasta alcanzar los 712 millones previstos para el presente ejercicio, cuando en 1990 se gastaron 357 millones. La implantación de sistemas de ahorro energético ha amortiguado en parte los efectos de la masiva plantación de farolas emprendida por el actual delegado de Alumbrado, Juan Vicente Jurado. La ciudad cuenta con 10.000 nuevos puntos de luz desde que Jurado accedió al cargo en 1995. Donde antes había dos farolas, ahora hay tres. La oposición sospecha de irregularidades.

La política de alumbrado es una de las cuestiones de las que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, suele destacar como logros de su gestión al frente del Ayuntamiento, al que accedió en 1991, aunque el mayor empuje se ha registrado desde el año 1995, cuando se hizo cargo de la delegación de Alumbrado el concejal Juan Vicente Jurado. La situación de partida en la ciudad de Valencia en lo que al alumbrado público se refiere era muy deficiente cuando se constituyó el primer Ayuntanmiento democrático, a finales de los setenta. La ciudad estaba prácticamente a oscuras, sobre todo los barrios, y los socialistas pusieron en marcha un plan de alumbrado. Se instalaban farolas baratas -y feas- para que el presupuesto alcanzara a más calles. Y se pusieron en marcha también los primeros sistemas de ahorro energético. Así, en el último ejercicio de los socialistas en el poder municipal, el de 1990, el recibo de la luz por el alumbrado público ascendió a 357 millones de pesetas. La llegada de la derecha al gobierno municipal, en 1991, determinó un cambio en la política de alumbrado. Se pasó a atender más al centro de la ciudad y los antiguos báculos dieron paso a las farolas "ornamentales". Lo primero fue justificado por el hecho de que el centro es lo que más impacta al visitante, aunque la oposición municipal vio en ello una intención electoral: en los barrios del centro de la ciudad es donde la derecha suma más votos. Lo segundo no necesitaba justificación, pero los modelos elegidos, acordes con el mobiliario urbano de corte decimonónico implantado por la derecha -los famosos chirimbolos- fueron y siguen siendo objeto de críticas. La Delegación de Alumbrado rechaza el primer argumento al asegurar que en los años 1997 y 1998 "se han potenciado las actuaciones en los barrios y pedanías del municipio, utilizando los mismos materiales que se han empleado en zonas más céntricas". Los primeros años de la gestión de la derecha significaron un fuerte aumento del gasto en energía eléctrica para el alumbrado: de los 357 millones de 1990 se pasó a los 630 de 1995. Ese año, la política de alumbrado recibió un nuevo empujón con la llegada de Juan Vicente Jurado a la delegación. Jurado puso en marcha el Plan Integral de Alumbrado Público (PIAP) aprobado un año antes por el Ayuntamiento y que se adjudicó por 1.610 millones de pesetas. Desde que dirige el área de Alumbrado, Jurado ha plantado más de 10.000 nuevos puntos de luz por toda la ciudad, que ahora cuenta casi 60.000 de ellos. Y esta proliferación de farolas ha traído consigo un nuevo incremento del gasto energético, presupuestado para el presente ejercicio en 712 millones de pesetas, aunque el recibo será seguramente mayor. Esa masiva instalación de farolas ha despertado algunas sospechas en la oposición: además de denunciar los altibajos de los precios de las farolas instaladas, los socialistas han acusado a la alcaldesa de falsear documentos públicos y de incumplir la Ley de Contratos del Estado en las contratas de alumbrado.

"Que me quiten esa farola"

"Hay gente que nos llama para preguntar qué tiene que hacer para que le quiten una farola", asegura el concejal socialista Rafael Rubio. Y es que una de las críticas que ha recibido la política de alumbrado del Ayuntamiento de Valencia ha sido la que se refiere al "exceso" de iluminación en muchas calles y plazas. Y no ya por el gasto que ello supone, sino porque tanta luz molesta a los vecinos de los primeros pisos. Rubio considera que en muchos sitios "se han pasado", y opiniones similares son fáciles de escuchar de boca de arquitectos, urbanistas y otros especialistas. El problema es que no existe una norma que determine cuál es el umbral idóneo de iluminación de una calle, ya que entran en juego muchos factores: el pavimento, las fachadas, la existencia de árboles, son factores que modifican la efectividad de una misma farola. Sólo existen recomendaciones genéricas. Pero la tendencia del Ayuntamiento de Valencia en los últimos años ha sido la de poner más bombillas de las necesarias. Y, como justificación, la mayoría de los proyectos de alumbrado incluyen un párrafo que dice: "La calidad de un alumbrado público debe medirse tomando en consideración los conceptos de nivel de luminancia, uniformidad de luminancia y ausencia de deslumbramiento. No obstante, la falta de datos sobre las características de reflectancia de los pavimentos normalmente empleados y la mayor complicación de los cálculos que se precisarían adoptado el criterio de luminancia, hace que los estudios se realicen basándose en las iluminancias." Y normalmente concluyen: "Para el caso que nos ocupa se ha considerado conveniente dotar a la zona de referencia de diversos niveles de iluminación que varían entre 40 y 50 lux". Es decir, a ojo de buen cubero. Eso explica que, como señala Rubio, "donde antes había dos farolas, ahora aparezcan tres". Y también explica el hecho de que, cuando el proyecto corre por cuenta del promotor, se instalen menos farolas.

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