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Entrevista:ANDALUCÍA, SIGLO XXI

"No entiendo la actitud del PP; menos "El lago de los cisnes", todo está politizado"

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALDESCRITOR Contra todo pronóstico, José Manuel Caballero Bonald ha emprendido el segundo volumen de sus memorias. El joven estudiante que se pasea por Sevilla y Cádiz en el primer tomo, Tiempo de guerras perdidas, viaja ahora a París, Bogotá y La Habana. El escritor jerezano, con calle y casa en Sanlúcar, no regresará a Madrid hasta que aparezcan los ponientes largos.Pregunta. ¿Sigue creyendo en las bondades de la manzanilla? Respuesta. Soy creyente y practicante. Es una bebida terapéutica. Yo tenía gota y prácticamente me la curé con manzanilla. He encontrado el texto de un inglés no traducido al español, un bodeguero y enólogo que anduvo por aquí, en el que dice que la manzanilla era antídoto perfecto para contrarrestar la acción del ácido úrico. P. Hay quien insinúa que su vuelta a la poesía con Diario de Argónida es como una prolongación de sus memorias... R. Eso no es verdad. Volver a la poesía 12 años después me ha rejuvenecido. La poesía es un género de jóvenes y en mi caso me ha dado más energía. Pero ahora estoy en el segundo volumen de las memorias. P. ¿Eso es regresar de la juventud a la madurez de quien recuerda lo vivido? R. También un poema tiene algo de última voluntad. En las memorias hay un elemento testamentario. La sensación de que uno ha vivido mucho y le va quedando menos horas. Todas hieren, la última mata. Lo escribió Quevedo. P. Después de su primer volumen, Tiempo de guerras perdidas, un libro que transcurre casi íntegramente en Andalucía, ahora hace las Américas para volver a ninguna parte, es decir, a la cárcel de Carabanchel. ¿Es su vida una novela? R. No, pero pretendo contarla como si lo fuera. Las memorias es sentido estricto son bastante coñazo. En este segundo volumen, los recuerdos son más próximos y tienen menos aliciente literario para mí. Cuando yo evoco al niño que fui, me invento un personaje presunto y verosímil. Dice Castilla del Pino que toda autobiografía es un autoengaño P. ¿Dónde transcurre esta segunda entrega? R. En París, Bogotá y La Habana. P. ¿En París vuelve a sus raíces maternas? R. A la cultura francesa no le tengo el menor apego, todo lo contrario que a la sangre cubana, criolla, por parte de mi padre, natural de Camagüey. A París llegué con la excusa de estudiar en la biblioteca del club de los Jacobinos la figura del duque de Montpensier, personaje curiosísimo que mandó construir el palacio de san Telmo en Sevilla o el de Orleans en Sanlúcar. En París viví una experiencia muy literaria. Llegué en 1957 solo, aturdido y apocado, a la estación de Saint-Nazaré. Nadie sabía que estaba en París. Me alojé en un hotel económico; de pronto, sonó el teléfono, descuelgo y una voz lejana dice: "¿Monsieur Caballero Bonald?". Cuarenta años después, no desvelé el misterio. P. ¿En Colombia conoció el boom literario? R. Llegué antes de que irrumpieran a la fama. A García Márquez lo conocí en 1960; él trabajaba en el periódico El Espectador, donde yo colaboraba. Éramos muy amigos de su director, Guillermo Cano, asesinado por el narcotráfico. Cuando se habla del boom, yo siempre hablo de los que se quedaron fuera. Colombianos como Gómez Valderrama o Cepeda Zamudio. P. ¿Conoció La Habana en pleno apogeo revolucionario? R. La revolución ayudó a la explosión de los novelistas latinoamericanos. En La Habana, aparte de Carpentier, que junto a Rulfo y Onetti es uno de mis tres grandes maestros literarios, había un auge, una efervescencia literaria extraordinaria. P. ¿Se sintió extranjero en alguna de esas tres ciudades? R. Donde más extranjero me he sentido es la primera vez que fui a Barcelona. P. Algo parecido le pasó a Belmonte, sorprendido de que los catalanes nunca daban tabaco... R. Me contaba Bergamín que Valle Inclán fue a Barcelona de visita y a su regreso, al preguntarle su impresión, el gran don Ramón le respondió: "¿Barcelona? Una ciudad llamada a desaparecer". P. ¿Gana alguna guerra en las próximas memorias? R. Hay aspectos de mi biografía complejos, moralmente hablando. Me va a costar trabajo contar cosas que no debo silenciar; sería una cobardía. P. ¿Comprende los apuros de Clinton? R. Es un disparate. Si hay cosas en España atractivas, una es que a nadie le importa, incluso le hace gracia lo que ocurre, desde las altas esferas al pueblo llano. Estados Unidos es un país llamado a desaparecer. P. En un poema titulado Contrahistoria andaluza, usted sentía por esta tierra "una atávica mezcla de estupor y bochorno". ¿Mantiene ese binomio? R. Un poema muy cernudiano, por cierto, y una sensación que a veces vuelvo a experimentar. Siempre he detestado el andalucismo de profesión, esa falsificación deliberada de Andalucía que le ha hecho tanto daño a nuestra historia y a nuestro reflejo en el mundo. P. ¿Qué le parece el Foro Andalucía Nuevo Siglo? R. Lo primero que tengo que decir es que si hubiera visto cualquier atisbo de manipulación de mi independencia y mi libertad, no habría aceptado. No entiendo la actitud del PP, que imagino que intenta desprestigiar al adversario político. Menos El lago de los cisnes, todo está politizado. Estoy encantado de compartir mesa con personas a las que respeto y admiro como Paco Ayala, Domínguez Ortiz, Manuel Alvar, Ian Gibson o Isidoro Moreno. P. ¿Cómo ve desde Sanlúcar la realidad cultural andaluza? R. No creo que exista una cultura andaluza. Eso es una entelequia. No sé qué tiene qué ver Sevilla con Almería o Cádiz con Jaén. Prefiero hablar de las Andalucías aplicando el concepto de transculturación que acuñó el gran antropólogo cubano Fernando Ortiz. Creo más interesante que ese foro sirva para que seamos más solidarios, más tolerantes frente a lo que se avecina: la inmigración, el paro, la injusticia en el reparto de la riqueza; todas esas cosas que parecen muy antiguas, pero que están en el candelero. Yo es que soy muy antiguo. P. ¿Lo de Doñana es una negligencia del hombre o una venganza de la naturaleza? R. Es una torpeza delictiva de la minería. Cuando se produjo el desastre, yo estaba en Bajo Guía y Bonanza. La amenaza está muy cerca, estamos inmersos en una cadena de toxicidad inacabable. Han prohibido mariscar y pescar coquinas.

"No me sentí extranjero en La Habana ni en Bogotá; sí en Barcelona la primera vez"

Nació en Jerez. 71 áños. Diario de Argónida supuso su regreso a la poesía 12 años después. Tiene una Fundación en Jerez y una calle en Sanlúcar, en Bajo Guía. Prepara el segundo volumen de sus memorias después de Tiempo de guerras perdidas.

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