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LA TERRAZA

"Abogados Sin Fronteras acepta igual al letrado engominado que al punki"

Lourdes Paramio (Valladolid, 1958) prolonga su jornada laboral mucho más allá de su horario de trabajo. Ello, desde que su nombre figura en la lista de los 10 esforzados que fundaron, allá por julio de 1994, una de las pocas organizaciones no gubernamentales creada en y gestionada desde Valencia: Abogados Sin Fronteras, asociación que preside. Esta entidad agrupa a decenas de juristas -y a otros muchas personas que dedican su tiempo a ayudar a algunos de los millones de desfavorecidos del mundo- que utilizan el derecho para denunciar o corregir todo aquello que consideran injusto. Pregunta. ¿Qué grupo de iluminados se lanzó a hacer un proyecto como éste?. Respuesta. Varios abogados y otros profesionales que desarrollamos nuestra labor en los Juzgados de lo Social pensábamos que la abogacía no estaba dando una respuesta a varios problemas sociales. Como la visión retrógrada y restrictiva del jurista no va con nosotros, y el derecho es un instrumento muy potente para cambiar la realidad, decidimos crear una fundación de peso relativamente pequeño en el mundo del desarrollo para contribuir a hacer una sociedad mejor de una manera modesta. Eso es todo. P. ¿Qué están haciendo ahora mismo? R. Después de tocar varios temas nos especializamos en el área del menor, capítulo en el que hicimos un profundo estudio jurídico sobre toda la legislación existente, el Código sobre los derechos del menor, que fue publicado por una revista jurídica en un momento en el que los derechos de los niños estaban de actualidad. Posteriormente, nos planteamos que no queríamos limitarnos a los estudios técnicos, no queríamos circunscribirnos a la parte más téorica de nuestra actividad. Entonces surgió el programa Ucrania 2000. P. ¿Cúal es ese proyecto? R. Consiste en intentar que cientos de niños ucranianos, aquellos especialmente castigados por la trágica situación económica y social del país, acudan a España para disfrutar del verano. Una tarea muy complicada por la dificultad de lidiar con la administración ucraniana, y también con la española. P. El objetivo original de Abogados sin Fronteras era denunciar, desde el derecho, situaciones de injusticia. ¿No se ha perdido esa perspectiva? R. Sí. Pero en ese momento nadie con nuestra fiabilidad social pudo, pese a sus encomiables esfuerzos, recorrer el camino que nosotros conseguimos desbloquear. Abogados Sin Fronteras ha abierto un campo que luego otros han seguido. Ahora, cuando ya es bastante fácil traer a cientos de niños ucranianos, puede ser el momento de reorientar nuestra actividad. En cualquier caso, ésta ha generado multitud de estudios, algunos de ellos muy útiles. De todas formas, valga un dato para mostrar nuestra solvencia en este campo: La Unesco ha reconocido la labor que hemos realizado en ayuda de los niños afectados por la tragedia nuclear de Chernóbil. P. ¿Qué sensación produce dar la posibilidad de que 200 niños disfruten del verano de sus vidas? R. Cuando vienen, una enorme alegría, muchísima emoción. Recomiendo esa experiencia, la de ver las sensaciones que suscita ver cómo fraguan los proyectos concebidos y trabajados con el corazón. Cuando se van, una tremenda desilusión. P. Valencia tiene más abogados en ejercicio que París. ¿Por qué sólo 200 letrados de toda España se han unido al proyecto de Abogados Sin Fronteras? R. El abogado, en general, es bastante individualista, poco proclive a integrarse en cualquier tipo de organización. El letrado joven si quiere colaborar, pero los que ya están establecidos son más remisos a inmiscuirse en ésta o cualquier otra asociación. Somos unos profesionales muy remisos a la colectivización, aunque Abogados Sin Fronteras es una organización multidisciplinar, abierta a la participación del cualquier profesional con ganas de aportar cosas. P. Aunque el nombre sugiere una cierta proyección internacional, ¿Qué puede hacer Abogados Sin Fronteras en la Comunidad Valenciana?R. Muchísimas cosas. En nuestras ciudades también hay un cuarto mundo, gran número de colectivos marginados económica, política y socialmente. Por eso hicimos un proyecto precioso para asesorar gratuitamente a los reclusos de la prisión de Picassent, hemos elaborado alternativas a la política de extranjería del gobierno, o colaborado activamente con Avacus, una asociación de ayuda a los enfermos de sida. Nuestro campo de actuación es muy amplio, y va desde el debate hasta la acción. P. ¿Hay que ser progre para integrarse en su organización? R. Desde el punto de vista social, sí: todos queremos mejorar la sociedad en la que vivimos, y para eso hay cambiarla. Políticamente, hay de todo. A veces se nos ha identificado con una ideología de izquierdas o de derechas, pero nosotros defendemos el derecho humanitario, que surge tras la I Guerra Mundial y fue creado por varias potencias cuyos dirigentes no eran sospechosos de ser revolucionarios. Todo ser humano por el mero hecho de serlo tiene una serie de derechos inalienables. P. Entonces, Abogados Sin Fronteras no tiene miembros con el pelo engominado, que lucen trajes de diseño, corbatas italianas o relojes de oro. R. No. Aunque algunos letrados colaboran con nosotros acogiendo a niños o en otras facetas. No obstante, podría haberlos. Estamos abiertos tanto a su colaboración como a la del joven punki que tiene los pelos de punta. Nos da igual la imagen de la gente, apostamos por su mentalidad. P. Desde un punto de vista personal, ¿Pasa factura entregarse en cuerpo y alma al trabajo en una organización no gubernamental?. R. Muchísimo. Supone un gran desgaste, lo que ha provocado que haya habido muchos cambios de personas en la organización. Cada cierto tiempo sufrimos una especie de periodo de crisis en el que tenemos que alejarnos de Abogados Sin Fronteras provisionalmente. P. Johann Cruyff fue rotundo: "La pela es la pela". ¿Somos pobres pero honrados? R. No tenemos un duro, y apenas hemos recibido dos millones de pesetas en subvenciones en cinco años. Nos autofinanciamos gracias a las aportaciones de los socios (colaborador y benefector) y de las familias que acogen a niños en verano. Tenemos serias dificultades para cubrir nuestro presupuesto, un poco inferior a los 20 millones de pesetas. P. ¿Se ha preguntado alguna vez aquello de qué hace una chica como tú en un sitio como este? R. Montones. Aunque ya no me lo planteo porque estoy en iniciativas de este tipo desde hace mucho tiempo. Mi trabajo me encanta pero creo que tengo tiempo para hacer otras muchas cosas, y contar con esa posibilidad es un privilegio. P. Es posible que la gente solidaria, de posición relativamente acomodada, trate de expiar su mala conciencia por los males de este mundo con su activismo. R. Sin grandes elucubraciones filosóficas, puedo decir que, en cierta manera, así es. Tengo cierta tendencia al trabajo social, y creo que debemos aportar parte de nuestro esfuerzo a la sociedad. Yo hago esto, mientras que otra gente, de manera muy legítima, dedica su tiempo, por ejemplo, a jugar al tenis. P. ¿Debe sentirse mal alguien con pantalones de marca, coche de gran cilindrada y chalé en la playa? R. No. Cada uno hace lo que quiere en ejercicio de su libertad individual. Hay gente que no está interesada ni motivada en los movimientos sociales, pero esa es una actitud totalmente respetable. P. ¿Qué piensa un niño que viene de Chernóbil de la Comunidad Valenciana? R. Vienen del infierno y se encuentran con grandes dosis de cariño, afecto del que allí carecen. Eso lo dice todo. P. ¿No es un tópico aquello de que la juventud es solidaria? R. En absoluto. Tal vez, hasta el boom del voluntariado los jóvenes no han tenido motivación para trabajar en temas sociales. Probablemente, estas organizaciones son un campo de mayor pureza que el que hasta ahora ofrecían partidos políticos o sindicatos, entidades con una estructura en la que la juventud no se siente tan cómoda. P. El hombre solidario, ¿nace o se hace? R. Se hace. Miras a tu alrededor, al mundo y te das cuenta de que hay muchas cosas que mejorar, y tu puedes hacer algo en ese campo. Es patética y dolorosísima la inactividad ante los graves problemas que nos afectan.

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