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TOUR 98

ONCE y Banesto, unidos en la lucha

Los dos grandes equipos españoles mantuvieron la firmeza hasta el final

Dos equipos españoles, los dos grandes del pelotón nacional, ONCE-Deutsche Bank y Banesto, permanecieron unidos hasta el final. Nunca antes se les había visto tocar la misma música como ayer, luego de años de rivalidad no exenta de enemistad. Sólo dieron el paso de ir hacia adelante cuando Laurent Jalabert, el hombre del día, decidió coger la bicicleta y dio por terminada, temporalmente, la revuelta. A ellos les acompañó en solitario Santi Blanco (Vitalicio), un hombre de palabra, dispuesto a enfrentarse con su director y con sus compañeros de equipo por no romper una decisión conjunta. El conflicto suscitó algunas disensiones internas, palabras subidas de tono, como las que le prodigaron los españoles al vitalicio Prudencio Induráin, el primero en romper la unidad. Arrieta y Rodríguez fueron portavoces de los españoles, con la decisiva cooperación de los Onces Mauri, Mauleón y Díaz Zabala. Hasta Jiménez, que parecía en principio ajeno, terminó siendo de los más firmes. Contaron siempre con el apoyo de Manolo Sáiz (ONCE), el director que con más vehemencia se decantó por parar la carrera, y Eusebio Unzue (Banesto). Echávarri, presente en muchas batallas contra la organización del Tour, no pudo estar presente: su coche no podía acceder al punto neurálgico del día.El pelotón español, de 27 corredores, se reunió en la zona reservada a los invitados del Tour. La decisión mayoritaria fue la de apoyar la propuesta de Jalabert. No tomar la salida y negociar con el Tour. Así de claro. Casero (Vitalicio), Marino Alonso (Banesto) y Escartín (Kelme) fueron los representantes españoles en la reunión de corredores con el director del Tour, Jean Marie Leblanc. La unidad era aún total.

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No sucedía igual entre los directores españoles que, como sus colegas, fueron decisivos en la rotura de la huelga. Algunos se sentían representantes del patrón y trataban de arrastrar a sus corredores. Sáiz tuvo una posición combativa. A su lado estuvo Unzue. No así Javier Mínguez (Vitalicio) y Álvaro Pino (Kelme), partidario de los corredores, pero que intentaba hallar la respuesta al otro lado del teléfono.

El momento de la verdad llegó cuando algunos corredores decidieron tomar la salida. El pelotón español aguantó varios minutos. Pero el flujo de corredores hacia la carretera siguió. Así hasta que Benítez, pero sobre todo Induráin, comenzaron a pedalear. "Qué haces Pruden, qué haces", le gritaron los españoles, pero Pruden no echó la vista atrás. "Qué equipo más cojonudo tengo que me dejan solo", exclamó Santi Blanco, que empezaba a indignarse. Los Kelme, de momento, no se movían, aunque Pino se esforzaba por que siguieran adelante porque la huelga se rompía.

Mínguez se había ido al coche para incorporarse a la carrera, cuando tuvo una desagradable bronca con Pedro Delgado. Delgado, que había estado animando al pelotón español, le increpaba a Mínguez haber presionado a sus corredores. Se cruzaron insultos. "No entiendes nada", se despidió el director del Vitalicio.

Pero Mínguez tardó en marcharse. Vio a Santi Blanco. "Y tú que haces ahí, no hagas el gilipollas, no vas a ser tu más que nadie". Pero Santi no se arrugó y se dirigió indignado a su director. "He tomado una decisión y nadie me la va a hacer cambiar, te enteras". "Yo lo que digo es que ese no es tu sitio", le contestó Mínguez. "Hemos quedado en una cosa y la voy a respetar". Mínguez no acababa de arrancar el coche. Esta vez fue Blanco el que paró a Mínguez. Éste, dudoso, decidió darle un consejo de viejo. "Tú quédate ahí, con Jalabert y Pantani". En el fondo, no quería ver solo a Blanco.

No quedaban demasiados corredores. Equipos al completo, sólo se mantenían firme ONCE, Banesto, Mercatone Uno y Kelme. Era un momento de máxima debilidad, porque la mayoría había emprendido ya el camino. Pino hablaba por teléfono con Juan Más, manager del Kelme. Se le escuchó el final: "De acuerdo, Juan, tú eres el que decide". Y Pino les dice a sus corredores: "Yo estoy con vosotros, pero el que manda, manda". Y les ordena ir para adelante.

La última decisión dependía de Jalabert. Sáiz está a su lado. Se intenta reunir a Jalabert, Leblanc, Pantani y alguno de Banesto. Pantani no lo ve tan claro: da unas pedaladas y se aleja. Se acerca un directivo de la organización y le dice algo a Sáiz que estalla: "El Tour no está por encima de las personas". Mínguez le tapa la boca para evitar una riada de insultos. Se odian, pero se conocen. Sáiz estalla en lágrimas. Viene a consolarle Unzue, otro enemigo en la carretera y fuera de ella. "Hoy se ha atentado contra la dignidad de unos trabajadores, que habían tomado libremente una decisión. Ha habido amenazas intolerables", decía Sáiz. Jalabert se acercó a él y le dijo algo por la ventanilla. Está claro que forman un matrimonio indisoluble. Ayer todos se vieron las caras en una situación difícil. Los españoles fueron los últimos en flaquear, pero la experiencia dejó algunas cuentas pendientes.

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