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Tal como somos

Parafraseando el título de la famosa película de Sidney Pollack diríamos que somos como éramos, pero también como quisimos ser, somos en razón de lo que fuimos y seremos en función de lo que queramos ser. Habitualmente añoramos el pasado, predecimos el porvenir y cuestionamos el presente. Sin embargo, siempre en cualquier caso se debe disponer de una idea, lo más ajustada posible, de lo que somos. El conocimiento de la realidad nos dará la medida más aproximada de nuestras necesidades. Por ello el libro Los nuevos valores de los valencianos, de los profesores García Ferrando y Ariño Villarroya, evita que el desconocimiento produzca una imagen distorsionada de nuestra realidad. Hoy con una esperanza media de vida para los nuevos nacimientos de alrededor de 100 años, nos encontramos que la generación que ronda los 50 es bisagra entre la de la Guerra Civil, un 90% de la cual carece de estudios medios, y la de la democracia, que en esta proporción aproximadamante, según Francisco Pérez, dispone de los mismos. Porcentajes que se mantienen aproximadamente en cuanto a disfrute de tiempo libre, posibilidades de promoción social, práctica del deporte, disfrute de vacaciones, etcétera. Puestas así las cosas no es de sorprender tanto que la escala de valores varíe sustancialmente, según los colectivos en diferentes etapas de una más prolongada vida, 3ª edad y 4ª emergente, como que el nivel de formación condicione en gran medida la valoración de éstos sobre determinados contenidos. Por ejemplo, la consideración de valores "materialistas" o "postmaterialistas". En otro orden de cosas nada hay más confortable que tener la seguridad de disponer de lo que se necesita. El carecer de lo necesario conduce irremediablemente al desequilibrio emotivo, individual o colectivo. De ahí el drama de la emigración sobre el cual los valencianos hemos sufrido sus consecuencias, primero a América, luego a Europa. Y hoy cuando la situación ha cambiado debemos analizar las causas del fenómeno, comprender como dice la canción, la desgracia de aquel que tiene que marcharse a buscar una cultura diferente. Por ello la oportunidad del proyecto itinerante sobre Las migraciones coorganizado por el Patronat Sud-Nord. Solidaritat i Cultura puede contribuir a dar a conocer esta realidad y a que su tratamiento no se limite a condicionar la accesibilidad, sino a favorecer la salida del subdesarrollo mediante la impulsión de medidas gubernamentales y apoyo a la labor de las organizaciones no gubernamentales. Por otro lado en cuanto al monocultivo agrícola histórico de nuestra economía, creíamos que cuando la naranja iba bien toda la economía valenciana iba bien. El tiempo demostró que el sector industrial sustituía al agrícola y luego, con la globalización de la economía, un sector, el azulejo, permite que con él, los servicios, incluidos puerto, feria, basket-Pamesa y fútbol-Vila-real, vayan bien. Se mantiene el carácter abierto, modernizador de la economía, independientemente de cuál sea el sector, si bien globalmente aparece una menor capacidad de investigación que la que correspondería a nuestro nivel de desarrollo. Respecto a la identidad nacional, los pueblos que se sienten tales requieren, como las personas, tener conocimiento preciso de lo que son y de lo que quieren ser. Lo que son, para reconocerse, lo que quieren ser, para reafirmarse. En el caso valenciano puede llegarse a la conclusión que el sentimiento nacional más español que valenciano se produce más por exclusión que por convicción, más por falta de una definición específica valenciana que por la adopción de unos valores genéricos españoles, lo que contribuye a plantear la debilidad de nuestra posición en el conjunto. El libro arriba indicado incluye una cita sobre cómo nos ve un valenciano, antropólogo, muchos años residente en Madrid, Ricard Sanmartín, quien denomina síndrome personal al rasgo definitorio de la cultura valenciana que la caracteriza porque "la vinculación de los actores no gira en torno a la casa tanto como alrededor de la persona". En otras palabras lo individual por delante de lo colectivo, una vez más el espíritu emprendedor individualista como fortaleza y la escasa convicción colectiva como debilidad. En definitiva, tal como somos, así nos ven. Ignoramos aquello de lo que disponemos al tiempo que apreciamos aquello de lo que carecemos. Esta permanente insatisfacción relativa debemos abandonarla de cara a adquirir plena consciencia de nuestra realidad. Frustraciones y desalientos deben ser superados mediante un análisis sobre nuestras limitaciones que profundice en nuestro propio conocimiento. A su vez el paso por aspiraciones colectivas superará los límites de nuestras capacidades individuales recordando que siempre hay alguien capaz de todo, cuando se analizan bien las posibilidades o se escogen bien las personas. Del mismo modo que, todo colectivo es capaz de ir más allá cuando se proponen bien las metas o se eligen bien los proyectos.

Alejandro Mañes es gerente de la Fundació General Universidad de Valencia.

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