_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Francia 98 devuelve el fútbol a la cordura

Jorge Valdano

Varios días antes del comienzo del Mundial el centro de prensa de París era un lugar hirviente desde el que se accedía al mundo. El Campeonato de los Medios de Comunicación, esa máquina infernal que factura información, ya se había empezado a jugar. El matrimonio entre fútbol y televisión consagraba así su relación en el acontecimiento futbolístico más importante del mundo. Había empezado el Mundial de los Medios. Fútbol comercio, fútbol negocio, fútbol empresa. Fútbol antes de que empezara el fútbol. Al final casi todas las selecciones se enfadaron con el periodismo de su país. Problemas de abundancia.

Los tres síndromes

Más información
Evolución física y táctica

Primero. Las selecciones menores mejoran, los jugadores no, señal de que la evolución está concentrada en la preparación física y la organización colectiva. Casi todos son equipos ingenuos en las dos áreas, como si aún no tuvieran suficiente información genética para que el instinto resuelva los problemas graves a la velocidad de la luz. De modo que todas ellas mostraron un déficit común: son buenas hasta tres cuartos de campo. Llegados a ese punto la jugada parece caerse por un precipicio.Segundo. El desprecio al centro del campo. Algunos porque no quieren y otros porque no saben, lo cierto es que esa zona se pisó poco. De nuestra área salimos largo porque hay que alejar el peligro, al área contraria hay que llegar con pelotazos para sorprender. El medio de la cancha, donde se manejan los partidos, pasó a ser un lugar secundario. Tercero. La manifiesta incapacidad para jugar con el marcador a favor. Todos querían cuidar el gol por el método del retroceso y ése es el mejor modo de ponerlo en peligro.

Abrir la cancha. Los equipos que intentaron jugar (Nigeria, Brasil, Francia, Holanda, Marruecos, México...) ocuparon todo el ancho del terreno como hacía muchos años que no ocurría. Algunos con extremos tipo Overmars, otros con mediocampistas tipo Henry, otros con carrileros tipo Jarni, y finalmente con laterales tipo Roberto Carlos. O estacionado adelante o llegando desde atrás, lo cierto es que las rayas de banda estuvieron ocupadas y eso permitió darle amplitud a los intentos atacantes. Sin eso la jugada se asfixia.

Cambio generacional. Si el Mundial de Estados Unidos despidió a Maradona, marcó la plenitud de Zubizarreta, Stoichkov, Baggio, Romario, Hagi, Valderrama y, sobre todos, Romario. Francia98 los despidió. Aparecieron muchos jóvenes que le han dado un nuevo aliento al fútbol. Este Mundial le dio la bienvenida a Ronaldo, Del Piero, Henry, Vieri, Ortega, Raúl, Kanú, un tal Nakata, también Zidane (su primer Mundial), Overmars, los mexicanos Blanco y Arellano, los ingleses Owen y Scholes... La generación 2000 se presentó en sociedad en Francia.

Las históricas se cayeron aferradas a sus tópicos. Sobre todo Italia, otra vez con la figura del líbero que, como un ancla, tira para atrás a todo el equipo. Desde el 82 que no ganan, y de divertir ni hablar, pero no revisan su cultura. Alemania careció de técnica y un jugador que le pusiera cerebro a tanto músculo. Nos dejó la impresión de estancamiento. Argentina tiene el problema contrario, se fue del Mundial sin la pelota, línea de flotación de su historia. El triste debate entre tradicionalismo o modernismo terminó en un híbrido irreconocible. Argentina sólo es el color de la camiseta, el carácter de todos, y Ortega el único jugador que se pareció al barrio y a la historia.

Desde el 82, en donde Brasil jugó e Italia ganó, los Mundiales pertenecieron a los que no querían perder. Cuando los teóricos empezaban a convencerse de que convenía no usar la pelota para poder ganar, Francia98 devolvió el fútbol a la cordura y llegaron a la semifinal no sólo aquellos que tomaron la iniciativa, sino también los que creen que la pelota es el punto de partida de este juego. Los amigos del éxito instantáneo dirán que el fútbol cambió y son buenos tiempos para la lírica. Mentira, cambió la suerte.

A las instancias superiores del campeonato sólo accedieron los equipos exportadores de jugadores: Croacia, Holanda, Brasil y Francia. Enganchado este dato a la desilusión que produjeron las grandes potencias, creo que Italia, Alemania, Inglaterra y España tienen que ponerse a pensar sobre los devastadores efectos de la codicia.

El factor negro. África no logra dar el golpe definitivo, pero la influencia de lo negro sobre el fútbol es creciente. La final fue la más negra de la historia. Miren lo que es Francia: Zidane; Argelia, Djorkaeff y Boghossian: Armenia; Thuram, Henry y Diomède: Guadalupe; Lizarazu y Deschamps: País Vasco francés; Desailly: Ghana; Vieira: Senegal; Lama: Guayana; Trezeguet: Argentina; Candela: Italia. Es evidente que éste no es el equipo de Le Pen.

Holanda fue el equipo que despertó una mayor complicidad entre los neutrales. Había algo de sincero, de limpio y de digno en todo lo que intentaban que le daba una grandeza inolvidable. Se quedó en la puerta de la final porque le costaba traducir en peligro el tiempo de posesión de la pelota.

El mundo asocia Brasil a una pelota. Se trató de una selección que tenía indicios de Brasil (jugadores), pero hubo una cierta falta de armonía a la hora de defender un proyecto que beneficiara a los mejores. Y entre los mejores está Ronaldo, un prodigio que le pone acento a los problemas porque el equipo no lo rescata de su confusión por ese afán de llegar al gol desde cualquier lugar del planeta en el que se encuentre. A las virtudes porque se trata de un talento superior que en un día regular es capaz de ganar el partido solo. Yo dije en un momento que creía más en Ronaldo que en Brasil. Me faltó decir que Ronaldo es brasileño y eso no es una casualidad. Con uno no alcanza sino hay un equipo detrás. Ronaldo y Brasil llegaron hasta la final y no merecían más.

Francia se futbolizó durante un mes y estuvo volcada hasta donde merecía un equipo serio, adulto y contenido. Esa pasión a media asta que siempre tuvieron los franceses con respecto al fútbol aumentó durante el Mundial, pero la selección tenía todos los defectos de los equipos responsables en exceso y eso no suele ser provocador de entusiasmo. Jacquet rechazó ese guiño del destino y a lo largo del Mundial modificó la delantera (fuera Trezeguet y Henry y adentro Guivarc"h y Karembeu) con el siguiente afán: quitarle peligro para aumentar el orden. El fútbol de Zidane, necesitado de socios que se sepan mover, se sintió desamparado hasta el punto de que en los últimos partidos era difícil imaginarse un gol de Francia. En octavos lo salvó Blanc (defensa central), en cuartos la lotería de los penaltis, y en semifinales Thuram (lateral derecho), es justo que la final pasara a Zidane que por una vez usó la cabeza para cabecear y no para pensar. Gloria a Holanda, el dueño de la pelota; gloria a Francia, el dueño del Mundial; gloria a Brasil, el dueño del fútbol en el siglo XX y gloria al futbol que va en busca del siglo XXI más vivo que nunca.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_