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TOUR 98

Una caída inesperada salva a Boardman

Cipollini, derribado por un compañero de equipo, no pudo disputar el 'sprint'

Carlos Arribas

El guión estaba perfectamente escrito, hasta en sus más mínimos detalles. Mario Cipollini se había esforzado en el prólogo lo suficiente como para quedar el primero de entre los sprinters y para tener el maillot amarillo al alcance de la bonificación de 20s que le daría la victoria en Dublín. Simplemente necesitaba que sus rivales sprinters (Zabel, Blijlevens, Moncassin, Jalabert) no cogieran demasiados segundos en los sprints intermedios. Pero eso también lo contemplaba el guión: una fuga de siete (entre ellos los españoles Benítez y De los Ángeles) se formó después del primer bonificado y duró hasta después del último. Zabel y los otros que estaban por la tarea de recolectar se quedaron con las ganas. Boardman, el líder del prólogo, ya estaba resignado a perder su maillot cuando a falta de 20 kilómetros el pelotón acabó con los últimos fugados. Y, sin embargo, terminó la etapa y siguió luciéndolo. Algo había fallado en el plan. No fue que Cipollini, el mejor sprinter, el hombre de las grandes ocasiones, el favorito, no estuviera a la altura de las expectativas, fue simplemente que Cipollini no llegó al sprint dentro del pelotón. Fue su segunda decepción del día. La primera se había producido antes de salir. Intentaban los del Saeco correr con un maillot verde (color de la verde Irlanda) y un mensaje de apoyo al acuerdo de paz con el IRA, y un culotte con el símbolo de la paz, pero el Tour no les dejó: el verde está registrado para la regularidad. Aun así pudieron hacerse publicidad y recordar a los aficionados el drama de Irlanda en la salida.Cuando, el pelotón agrupado, la meta a la vista de un par de rectas anchísimas, se pensaba que las caídas se quedarían por fin excluidas de la película de las etapas llanas del Tour (a la prohibición de los manillares suplementarios lo achacarán los de la UCI), llegó el momento inesperado. A 8,5 kilómetros de la llegada, la máquina del Saeco ya en plan locomotora para su líder, uno de los componentes nuevos del equipo (Mori, un hombre que se había ganado el puesto en la Volta a Catalunya) sacó el pie del pedal. A más de 50 por hora, eso no es una tontería: al suelo, la locomotora destrozada, Cipollini, también al suelo, algún otro rápido (Auger, Utschakov, Barthe), también. Por fortuna, ninguno de los favoritos para el podio de París. Boardman, feliz: ganara quien ganara, nadie le podría superar con los 20s de bonificación.

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La etapa se corrió bajo un tiempo belga (llovizna y viento racheado) y ganó un belga. Al sprint (59,600 kilómetros por hora de velocidad media en el último kilómetro), claro. Ganó Steels, que remontó una salida cara al viento demasiado temprana de Zabel (mal colocado el alemán, dejó que sus lanzadores se agotaran sin haberles cogido la rueda). El acto de Steels tuvo el valor de una revancha personal y de una reivindicación patriótica. El campeón belga fue expulsado el año pasado del Tour en Marennes por lanzar su bidón contra Moncassin (el de los codos de aviador) durante el sprint. También tuvo sus más y sus menos con Zabel. Todo olvidado: ambos, por detrás. "Los peligrosos no somos los sprinters", dijo ayer, "sino los que no tienen nada que hacer delante y se meten por medio". Justificación de la lucha sin cuartel por todos los medios posibles: la ley del sprinter. La reivindicación patriótica llega del hecho de que hacía tres años, desde que Bruyneel se benefició de la moto de Induráin en Lieja, que ningún ciclista belga ganaba una etapa del Tour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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