Birrete en mano
El día de la jura del cargo se planteó una duda terrible: ¿Debía María Ascensión entrar en la Iglesia cubierta, como mujer, o con el birrete en la mano, como abogada? Corría 1922 y se decidió lo segundo, aunque a ella no le hizo excesiva gracia ese "espíritu antifeminista del Código", y luego contaba en un solemne discurso no exento de sarcasmo: "Los dos minutos que viví, teatralmente, el papel de hombre, sentí en lo íntimo de mi conciencia un sonrojo y asombro por el milagro legal. Más tarde, aquel asombro que me asaltara al conocer la decisión de los sesudos varones, sagaces hermeneutas de la Ley, se trocó en comprensión. Era excesivamente nuevo el ejemplo y el espectáculo de la mujer irrumpiendo en las actividades de la vida". Porque la valenciana María Ascensión Chirivella Martín fue la primera licenciada y primera colegiada de España, y por ello acaba de recibir un homenaje del colegio y otras instituciones, promovido por sus colegas contemporáneas. En el libro editado para la ocasión, el estudioso del tema José Santiago Yanes, recuerda la prohibición romana basada en el mito de Cafrania, aquella descarada que se mezcló en causas ajenas contra el pudor de su sexo y molestando a los magistrados. Nunca más volvió a suceder, y las Partidas medievales se ocuparon de reforzar la prohibición. Hasta que el colegio de Valencia admitió a María Ascensión (Victoria Kent sería la segunda colegiada y Clara Campoamor la séptima), todos los intentos habían resultado vanos. Tampoco crean que con esto se allanaron otras dificultades. El acceso de las mujeres al ámbito de la Justicia, representada por una figura de mujer, ha sido un largo pleito, y pioneras como Chirivella o Campoamor hubieron de sufrir órdenes ministeriales basadas en la "idoneidad del sexo" y temerosas de "las complicaciones de la maternidad". Hasta 1961 sólo se podía formar parte de tribunales de menores o laborales, y hasta 1966 únicamente previo permiso marital. Margarita Retuerto, miembro del Consejo General del Poder Judicial, nos contaba el otro día en el Ateneo que aún pasaron 11 años antes de que una mujer accediera a la carrera fiscal. En 1991, el Supremo estaba compuesto por varones pero ahora mismo ellas, (y con el factor de la meritocracia a su favor) están superando oposiciones y ganando visibilidad: ya son el 55% de los miembros de la carrera judicial y el 37% de los colegiados en Valencia, según su presidente. María Ascensión, quizá sin saberlo, fue también una firme defensora del feminismo de la diferencia cuando discurseaba que "todo lo que tiene de absurda nuestra civilización nace de que está hecha con la mitad de lo humano, no tiene espíritu femenino". Quizá por ello, o al menos en parte, dijera Mary Evans: "Quienes han escrito desde el feminismo sobre temas jurídicos lo han hecho impulsadas por la indignación de las mujeres a causa de las resoluciones judiciales que, en casos de violaciones o divorcios, contienen políticas sexuales implícitas". En el Ateneo le pregunté a Margarita Retuerto cómo actúan las mujeres como agentes de la Justicia, y si alguna de ellas habría firmado sentencias estrafalarias como la de la minifalda, la que autoriza a pegar a la esposa, la de compartir vivienda con el probable asesino, las del aborto...Su respuesta fue tan apenada como rotunda: Sí. Tras tantos años, siglos, de lucha y penalidades, eso es lo peor.
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