Lección holandesa
Bergkamp da la victoria a Holanda, que avasalló a Argentina en el segundo tiempo
Holanda aprovechó otra vez el último minuto para hacer justicia, para convertir en una victoria su espectacular despliegue en el segundo tiempo. Bajo una solanera aplastante, el partido puso a prueba la salud de los jugadores, obligados a desempeñarse en unas circunstancias rigurosísimas, desde luego las peores para darle vuelo al fútbol. Sin embargo, el encuentro tuvo aspectos notables: buenos goles, cierto equilibrio en el primer tiempo, una autoridad indiscutible de los holandeses en el segundo, tres tiros al palo (Jonk, Ortega y Batistuta) y dos expulsados, Numan y Ortega. Por encima de los datos están las percepciones. Con todas sus deficiencias, que en esta ocasión fueron numerosas, Holanda propuso mucho más que Argentina, abnegada como siempre, pero inhábil frente a un equipo con más categoría, con más fútbol y con dos problemas considerables: su desorganización defensiva y la falta de pegada para traducir en goles su excelente producción.Hay algo de transgresión en la selección holandesa. Transgresión o fidelidad a los viejos principios del fútbol. Justo en estos momentos donde se privilegia el tacticismo, lo físico y lo defensivo, donde el uso abundante del balón es una incomodidad, Holanda defiende la otra vía, la vieja, la que remite a los extremos, la que utiliza la pelota como arma de ataque y de defensa, la que elabora hasta extremos insospechados. Ahora que se mide todo, ahora que los ordenadores pretenden destripar todos los aspectos del juego, hay que ofrecer dos datos: Holanda es el equipo que más tiempo se da para la posesión de la pelota (15 segundos de media en cada jugada de ataque) y que más toques genera en cada acción ofensiva. Lo que no dicen las máquinas es que Holanda toca para algo. Para distraer cuando conviene, para buscar cuando es necesario, para confundir si fuera preciso. Es todo lo contrario de Colombia, el otro apologista del toque. Argentina, que durante mucho tiempo representó un modelo parecido, se ha convertido en una mezcla bastante indigerible. Nunca le faltarán jugadores, ni oficio, ni todos los códigos que son capaces de convertir a una selección mediocre en un equipo complicado para cualquiera. Pero al primer análisis se descubre la peor Argentina de los últimos tiempos. Si Bilardo hizo mucho por depauperarla, al menos siempre nos quedó el recuerdo de Maradona e incluso Caniggia. No hay posibilidad de un Maradona, eso es evidente, pero tampoco de aquel Caniggia de los Mundiales de Italia y Estados Unidos. La medianía es absoluta en la selección argentina. Su única esperanza ha sido Ortega, un jugador inquietante por su habilidad, pero de ninguna manera el futbolista capaz de elevar el crédito global del equipo.
Con temperamento y velocidad para aprovechar los defectuosos marcajes de los defensas holandeses, Argentina consiguió equilibrar el primer tiempo. Se encontró con una circunstancia muy favorable: la ausencia de Overmars. Sin un extremo izquierda, a Holanda le faltó un recurso fundamental. Cocu, que había sido utilizado como interior y como delantero falso, jugó en la posición de Overmars, pero su empresa era imposible. Uno es un especialista en el desborde, el otro es un buen jugador que no puede actuar como extremo.
Sin Overmars y con Bergkamp poco interesado en hacerse sentir en el partido, Holanda tuvo un aspecto más plano de lo habitual en el primer tiempo. No jugó mal, porque eso es difícil, pero sufría para encontrar su método de juego. Sin embargo, marcó pronto, en una jugada formidable interpretada en primer lugar por Ronald de Boer, Bergkamp y Kluivert ante la mirada atónita de los centrocampistas y defensores argentinos.
Con coraje y con la perenne participación de Ortega, Argentina cambió el curso del juego. Se vieron entonces los errores defensivos de Holanda, protagonizados de manera principal por Stam. De uno de los errores vino el gol del empate. López aprovechó un pase de Verón y batió a Van der Saar en el mano a mano. Fue lo único destacable del Piojo en todo el torneo. Al menos se dio el lujo de amagar en la resolución de la jugada.
El partido como tal, como enfrentamiento entre dos equipos, terminó ahí. La segunda parte se inició con una majestuosa demostración de Holanda. Comenzó a mover la pelota de un lado a otro, cada vez más cerca del área de Roa, con una convicción extraordinaria, frente a un equipo que malvivía para defenderse. Durante media hora, generó tal cantidad de juego que la barrida era escandalosa. Argentina sólo atravesó el medio campo en una ocasión, un remate de Batistuta al palo. Lo demás fue exclusivamente holandés, hasta la expulsión de Numan por una entrada violenta a Simeone. Otra vez Simeone en medio de un conflicto que pareció decisivo. Por tercera vez en el Mundial, Argentina contaba con ventaja numérica, pero justo entonces, cuando el partido entraba en otra fase, Ortega se equivocó dos veces: fingió un penalti (amonestación) y agredió a Van der Saar. Parecía que no quedaba partido, pero de repente se produjo un instante maravilloso: un pase largo, medidísimo, de Frank de Boer fue controlado de manera exquisita por Bergkamp, que regateó sobre el control a Ayala y luego colocó la pelota en el ángulo con la badana exterior. Un gol de primera calidad, digno de un jugador superior, de este Bergkamp que había pasado de puntillas por el partido. Pero por una vez se puso en ganador y concretó con la máxima belleza la abrumador superioridad de su equipo en el segundo.
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