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TENSIÓN EN IRLANDA DEL NORTE

Todo listo para la peligrosa cita de Portadown

Los vecinos aguardan entre el temor y la rutina el desfile orangista de mañana

Tal vez porque están creciendo en medio del vaivén de vehículos militares, tropas y atascos en los puestos de control, para los niños de Portadown ayer fue un día perfectamente normal. Ajenos a la tensión que va en aumento en vísperas de la marcha protestante que mañana podría devolver al Ulster al viejo ciclo de violencia, unos chicos se arremolinaban en torno a un soldado del Cheshire Regiment que escudriñaba desde una esquina de Garvaghy Road con la mira telescópica de su fusil automático. Uno de ellos, un pecoso de unos 10 años, corrió a su casa, volvió con un casco de juguete y comenzó a imitar al soldado arrancando risas de sus amigos.Curioso, pero Portadown, con sus calles embanderadas y arengas por megáfono, vive en una cierta atmósfera carnavalesca. No ha habido un tiro, nadie ha sido arrestado, la policía no ha roto ningún hueso y tanto los nacionalistas católicos de Garvaghy Road como los protestantes del resto de la ciudad hacían su vida como cualquier otro día. Mujeres con niños en carritos por las calles. Viejos irlandeses bien trajeados caminando tranquilamente rumbo al pub. En el Orange Hall un septuagenario señor con una impecable banda color naranja en el pecho, dormitaba en su escritorio de roble. Y bajo un sol radiante, una pareja protestante se casó a mediodía en la antigua iglesia de Drumcree.

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A nadie parecía molestarle el constante revoloteo de tres helicópteros militares británicos ni el formidable desplazamiento de tropas del Royal Welsh Regiment, del Cheshire y los paracaidistas escoltados por policías del Royal Ulster Constabulary (RUC, la policía probritánica de amplia mayoría protestante) en sus jeeps blindados color ratón. "Vaya congestionamiento que tenemos hoy", observó con tono aburrido un taxista que contemplaba el lento movimiento de un convoy de vehículos blindados británicos que llegaba a Portadown con ambulancias y todo. "Todo esto", dijo con un bostezo, "debe ser para el baño de sangre".

Menos cinismo existía en Garvaghy Road. Aquí puede ocurrir una verdadera tragedia, dijo Roisin, una jóven católica que volvía de la compra. Estamos muy asustados. Mucha gente ya se ha ido de aquí, señaló. Hay demasiada tensión y para mayor provocación vea lo que los orangistas han hecho, dijo apuntando hacia la línea invisible que separa a los protesantes de Portadown de la comunidad católica de 6.000 residentes en Garvaghy.

Corona británica

Allí, en la cabecera de la avenida, los ultraprotestantes de la Orden de Orange habían erigido un arco alegórico. En el centro, la corona británica reposaba sobre una biblia flanqueada por dos cañones adornados por la Union Jack y la cruz de San Jorge. Y un poco más abajo, la efigie ecuestre del rey Guillermo de Orange, sable en alto, proclamando su victoria sobre los católicos en el siglo XVII.Bajo la estructura recién pintada, unos jóvenes vendían las tradicionales bandas color naranja. Al parecer están haciendo negocio redondo. "Vendimos más de 500 en los últimos días", dijo uno de ellos. Demanda evidentemente existe. A los aproximadamente 1.400 orangistas desigandos para la marcha de mañana pueden sumarse millares de protestantes que hoy comenzarán a agruparse en Portadown para la cita más peligrosa del actual proceso de paz en el Ulster. Según una fuente policial, los disturbios entre protestantes y católicos resultan ahora inevitables, dado el fracaso de negociaciones para impedir que el desfile sea una repetición de los violentos enfrentamientos vividos en los últimos tres años.

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Le daría poco después la razón la malhumorada dirigente del Grupo de Mujeres Católicas, la pintoresca versión feminista del nacionalismo irlandés. Habían erigido una gran tienda de campaña al otro extremo de la avenida para "oponernos a que esos protestantes pasen delante de nuestras casas".

La señora, una mujer entrada en años y kilos y que dijo llamarse solamente Mira, se indignó cuando se le preguntó por quién había votado en las elecciones legislativas de la semana pasada. "Es como preguntarle la edad a una mujer", exclamó ofendida. Solidariamente irritadas, sus compañeras dieron por concluida la entrevista y reanudaron su estoica espera de los hombres de bombín negro y los hombres de uniforme para demostrarles quién lleva realmente los pantalones en Carvaghy Road.

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