Teoría de la derecha casposa
Derechas, claro está, hay varias. En primer lugar se debe siempre mencionar aquélla que púdicamente se oculta con el nombre de "centro" y en la que militan algunos ministros bien puntuados en el aprecio público. No le importaría al autor de este artículo alinearse con ellos. Luego, viene la liberal, sólida y exitosa en economía, pero monotemática. En tercer lugar, la extrema derecha de la derecha española que está a la derecha del mundo, la ultraliberal, que se caracteriza en la actualidad por resultar desapareciente. Su ignorancia, carencia de pragmatismo y sobra de profetismo, le han proporcionado el poco heroico aspecto externo de un globo pinchado. Y en cuarto lugar queda la derecha casposa. Caspa, desde luego, se tiene también en el alma y a veces la que aflora al exterior nace, en realidad, en la intimidad espiritual de la conciencia. La maledicencia universitaria, fuente inagotable de chascarrillos, descubrió esta posibilidad apodando "Montañas Nevadas", título del himno falangista, a un desaseado profesor.Tiene esta derecha un largo pasado. Se nutre de las capacidades diplomáticas de Favila con el oso que le comió, de los ataques de ira de Narváez y la finura doctrinal de aquel pensador tradicionalista que, para alabarse a sí mismo, aseguró, impertérrito, que tenía "pocas ideas, pero, eso sí, fijas". No tiene, en realidad, doctrina, aunque puede utilizar máscaras, como, por ejemplo, la del orden o del Gobierno. Pero ya nos descubrió Ortega que caracteriza a este género de derecha "adorar lo que había prometido extirpar y extirpar lo que había prometido adorar". Pronto se olvida de la sociedad civil y sustituye el buen gobierno por el desnudo mando a bocinazos. También el maestro Ortega decía que en España el número de personas de orden es reducidísimo y de él hay que empezar por restar aquellos que se definen como tales.
El orden empieza por respetar la realidad y ésta puede ser desagradable, pero no autoriza al inmediato uso de un garrote. La izquierda casposa inventó, durante la transición, un género de "marxismo cañí", especie de aparatillo para interpretar la realidad, dividirla entre buenos y malos. Tamaña tontada es toda una exquisitez doctrinal comparada con esa metafísica del garrote. Se ha empleado para intentar construir un "orden mediático" o para entremeterse en camisas de once varas judiciales. Su última manifestación consiste en la imposición de la línea jerárquica en Asturias. Lo malo no son los modos, de la sutileza de un paquidermo, sino el fondo del asunto, exacta reproducción de los dos ya citados. Las lecciones del pasado prueban que no sólo se debe, sino se puede resistir.
Porque, a fin de cuentas, mal lo tiene este género de derecha. En primer lugar, por desorientada: gente que piensa con seriedad que Campmany es Raymond Aron, Jiménez Losantos una especie de Marías, pero más incisivo, y Jesús Cacho un Fuentes Quintana un poco cheli pertenece, sin duda, a la franja lunática de nuestra sociedad. Pero, además, esta derecha resulta por completo prescindible: súmense las catástrofes que ha cosechado esta prodigiosa tríada capitolina formada por Álvarez Cascos, Rodríguez y López Amor y ya se tiene una buena razón para explicar por qué el Gobierno no remonta en las encuestas. Y, en fin, lo peor en esta vida es resultar un personaje tragicómico. Esta derecha dio miedo hace un año y hoy da risa, lo que es mucho peor que dar risa siempre (como algún cargo ministerial). Ya que vamos de esperpento, habrá que recordar a Valle-Inclán. En Luces de bohemia decía éste que AlfonsoXIII era el primer humorista de su tiempo por haber nombrado a García Prieto presidente. ¿Qué título le daremos a quien nombró a Rodríguez?
Tiemblen en sus tumbas don Marcelino Menéndez Pelayo y don José María Pemán, don Antonio Cánovas del Castillo y don Antonio Maura. Pasadas las décadas, un sector de la derecha, a la que ellos pertenecieron, no va a dejar como herencia sólidas doctrinas de pensamiento político, sino algo más sucio y volandero: la caspa.
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