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Okocha vuelve locos a los búlgaros

Nigeria pasa a octavos al derrotar al equipo capitaneado por Stoichkov

Carlos Arribas

Cuando, mediado el primer tiempo, los nigerianos agarraban la pelota en su zona, se miraban unos a otros y no sabían qué hacer: ¡los búlgaros no se movían! ¿Dónde estaba ese torbellino anárquico que les metiera a ellos, los reyes del estilo y del tempo, en el pase en el partido? ¿Dónde la furia de Stoichkov, el acoso en el centro, la presión en los extremos, la lucha en la punta? ¿Qué hacer?¡Qué partido más desconcertante! La decadencia de estilo en los toques nigerianos y la decadencia físico-futbolística de los búlgaros se juntaron en el Parque de los Príncipes. Se impuso el fútbol, esto es, Nigeria. Los africanos ya están en octavos de final. La selección búlgara aún puede pasar: que se prepare España, pero sólo si a los de Stoichkov les apetece jugar en equipo y dar una patada bien dada al balón. Lo que no hicieron ayer.

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Nigeria necesita un acicate para expresarse en plenitud. Cuando el rival, los búlgaros, por ejemplo, les dejan el balón y el campo entran en trance de dejadez. Como quien no quiere la cosa se mueven durante el lapsus; dejan pasar el tiempo, fallan pases, se chillan un poco unos a otros, pero sin exagerar. Eso también es dominar el tempo del partido: el rival, aburrido, intenta arriesgar y acaba perdido. Fallan pases y se chillan unos a otros, pero con fuerza: Stoichkov a Balakov, Kostadinov a Iliev, Ivanov a todos. Así que llegan a una conclusión: el que coja la pelota, que haga lo que quiera, los demás se quedarán de espectadores.

Y allí estaba el líbero que subía, llegaba a la zona de definición, soltaba un pelotazo por encima del larguero de Rufai y se volvía a su zona tan satisfecho. O Stoichkov, sombra del jugador que fue, y ahora gordo y sin fuelle, quedándose en fuera de juego de forma intencionada para fastidiar a un compañero.

Entonces se despierta Jay Jay Okocha. Oliseh y West, los únicos que han estado concentrados todo el tiempo (más que nada por si Balakov, el único resto interesante de aquella Bulgaria del 94, intenta una diablura) le dan su apoyo moral y las pelotas que recuperan. Y Okocha, el "Maradona de África", las agarra y empieza a inventar. Se acabó el juego a cámara lenta y la indiferencia en las situaciones de lucha. Hasta Amokachi parece que de repente ha perdido unos kilos y gana en velocidad, potencia y habilidad. Hasta Lawal, dormido en la banda izquierda hasta entonces, bosteza y se despereza.

Todos juntos se mueven, juntos vuelven locos a los búlgaros. Y logran un gol (Amokachi, el pasmo, hasta le devuelve al primer toque un balón a Ikpeba, quien tira al suelo a Ivanov con un crujido de caderas y se lo mete elegantemente a Zdravkov).

En el segundo tiempo la banda búlgara se agarró un poco al sistema y lo cambió. Habían salido con cinco defensas y se quedaron con cuatro. Balakov, el grande, no se sintió tan solo y hasta Stoichkov se hizo algo compañero. Se crecieron al mismo ritmo con que los nigerianos entraron en su fase de decadencia física.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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