Chilavert y sus desafíos
El portero paraguayo mezcla arrogancia con generosidad
España tendrá que marcar por lo menos dos goles para ganarle a Paraguay. Se induce de lo dicho por el capitán de la selección suramericana, el portero José Luis Chilavert, que vaticinó que convertirá un gol de falta en el partido del viernes. Hay razones para temer el pronóstico.Pero, ¿quién es Chilavert? El portero de la selección de Paraguay y del campeón de la Liga argentina, el Vélez Sarsfield, es ante todo un líder natural. Y un personaje que se desdobla. Hay un Chilavert que es producto de mercadeo, el arrogante, el energúmeno que descalifica al rival, el contestatario que se anuncia como candidato a presidente de Paraguay y se enfrenta abiertamente a la prensa.
El otro Chilavert es un tipo sosegado. Generoso, compañero entrañable que no niega consejos, que reclama derechos hasta para el utillero de su equipo, paternalista, suele erigirse en instructor de los porteros suplentes -"el 90% de lo que sé me lo enseñó Chilavert", confesó el segundo portero del Vélez y de la selección argentina, Pablo Cavallero-. Su debilidad son los niños y es capaz de pasarse horas en una portería improvisada, frente a chavales que le patean penaltis. Sus rasgos ásperos contrastan con su vida privada. Aunque sumamente impermeable, se sabe que se ocupa de la colada, lava los platos y hace la compra. Pero también, que su mujer no le deja meter los trofeos en casa -"porque son una horterada", confesó su esposa, Marcela-.
Encrucijadas domésticas que no inhiben a Chilavert, cuya primera ocupación fue ordeñar las vacas de la familia para vender la leche entre los vecinos de Nu Gazú, un barrio humilde de la ciudad paraguaya de Luque, su lugar de nacimiento hace 32 años. Su punto flaco: le aterran los aviones y la velocidad. Le tiene pánico a las piscinas. No sabe nadar. Abandonó Económicas a los dos años de empezar para dedicarse al fútbol. Jugó en el San Lorenzo de Almagro, en el Zaragoza, y alcanzó fama internacional en el Vélez. Fue la culminación. "Soy el mejor del mundo", repite. Juega bien con los pies, ha marcado 35 goles, es un extraordinario lanzador de faltas y no falla los penaltis, domina el uno contra uno, y conoce sus limitaciones a la perfección: la vanidad nunca le hace arriesgar más de lo que debe.
Una de sus aficiones más sonadas es amenazar a sus rivales. "Le voy a hacer un gol de tiro libre", advirtió a El Mono Montoya, portero del Boca. "Le voy a enseñar a atajar", espetó de Burgos, portero del River. "A Zetti le voy a patear un penalti que no va a parar ni loco", predijo antes de la final de la Copa Libertadores. Ni Montoya ni Burgos esquivaron la fatalidad, y la final de la Libertadores se definió por penaltis. Zetti también cayó. Chilavert suele cumplir sus desafíos. Esperemos al viernes.
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