La marcha alegre
Las caricaturas de Leguina y Morán se besan al plegar el periódico dominical, enfrentadas en una doble página, ilustrando sendos y equidistantes artículos en los que los candidatos tratan de explicarse y de explicar, sobre todo a los militantes socialistas madrileños, sus razones y sus proyectos. El artículo de Leguina comienza con una cita de García Hortelano, el de Morán, con una definición del diccionario de la Real Academia. El artículo del expresidente es hipercrítico con Álvarez del Manzano, con sus pompas y, sobre todo, con sus obras. El artículo del exministro de Asuntos Exteriores es más bien de corte filosófico y generalista, con citas de Platón pero también de Mayo del 68.Ambos contendientes se ignoran o fingen ignorarse, no mencionan el nombre del compañero de páginas y de siglas pero, so capa de tan exquisita cortesía, emerge, de vez en cuando, la punta del florete. Cuando el candidato Leguina expone que el candidato ideal debe conocer el terreno que pisa y estar preparado, "tener el ánimo, el empuje y las ganas" para dirigir una larga campaña en la calle, no hay que ser Maquiavelo para deducir que está dudando y sembrando la duda sobre las facultades físicas de su maduro oponente.
Su rival tampoco se queda corto en el uso de la daga envenenada, por ejemplo cuando escribe: "Desde esta perspectiva es inconsecuente repetir candidaturas, cambiando tal vez miméticamente de lugar a alguna de sus cabeceras". Burdo, pero eficaz.
En el académico artículo de Morán hay otra omisión notable. Sin duda para no dar más pábulo a los que le acusan de quererse meter en la piel del "viejo profesor", el nombre de Enrique Tierno Galván no aparece por ninguna parte, aunque su espíritu profesional planea sobre el texto, concebido como una lección magistral de historia, como un discurso filosófico acerca de cómo vencer "el reto alienador de la ciudad moderna". No nombra a E.T., pero recuerda que entró en el PSOE, con la fusión del PSP, de la mano de Tierno que cambió unas siglas por la alcaldía que hoy disputa uno de sus herederos inconfesos.
Sorprende también, esta vez en ambos artículos, la reaparición de la etiqueta "progresistas", incluso "progresía" escribe Leguina, que es el más propenso a utilizarla como sinónimo de "fuerzas políticas de izquierdas". El término izquierda está, desde luego, de capa caída. Morán, por ejemplo, sólo lo menciona una vez y es para descafeinarlo en "centro-izquierda".
Leguina propone "una marcha alegre a la alcaldía", una lúdica y laica manifestación de "progres" que taparían las calles y pondrían cerco a la Casa de la Villa. Demasiada marcha quizá para el cuerpo de Morán, que prefiere llegar a la meta en volandas, impulsado por ese "vendaval fresco" que, en su opinión, han creado las elecciones primarias, en alas del efecto Borrell que el exministro invoca a su favor presentándose como un candidato dispuesto a pararle los pies a cualquier aparato, el valedor de los débiles frente a la "inevitable tendencia oligárquica de las direcciones", el tribuno de los disidentes y marginados. Soy un marginado, proclama Morán, y concluye tajante: por eso mi opción tiene un alcance que rebasa mi propia persona.
Desvinculándose de cualquier aparatismo, Leguina, sin rencores, elogia la campaña de Borrell y hace suyo aquello de "pregunta a tus vecinos", aunque podría deducirse que su anuncio de una dura campaña callejera, tocando y preguntando en todas las puertas, es una advertencia más a su veterano oponente para que mida sus fuerzas antes de emprender alegremente la marcha hacia la alcaldía.
Leguina también ha preguntado, no a sus vecinos sino a 20 periodistas dedicados a informar sobre la política nacional, y les ha preguntado, dice en su artículo, por el nombre del concejal de Urbanismo de Madrid, y ninguno de ellos, todos residentes en la capital, ha sabido contestarle. Desconocer ese nombre, dice Leguina, es desconocer el origen de los males de esta ciudad, males municipales que el expresidente demuestra conocer en profundidad tras haberse tragado las obras completas del concejal de ídem, el primario y primigenio Enrique Villoria.
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