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La selección reafirma su optimismo

Los jugadores pasan por encima del debate táctico y recalcan que nada está perdido

Carlos Arribas

De creer todo lo que dijeron habría que llegar a la conclusión de que el sábado España jugó dos partidos. Uno, a las 14.30 en el estadio de Nantes. El otro, por la noche, en las pantallas de televisión. El primero, lo perdieron 3-2; el otro, fue una demostración del buen juego español.Llegados a media tarde, vía aérea, de Nantes a Chantilly, los jugadores se metieron en sus habitaciones a ver la repetición del partido con Nigeria. No acostumbran a ese tipo de terapia, pero al zapear vieron que lo daba Eurosport y les apeteció verse. Un síntoma interesante: si hubieran creído que el partido había sido desastroso no les habrían quedado ganas de verse. Miraron y analizaron. Llegaron a una conclusión: "Hemos sido mejores". La mayoría recalcó que estaba con la conciencia tranquila y que había dado buena imagen.

Así armados, moralmente, de cemento armado, bajaron ayer a entrenarse bajo la fina lluvia. Y, así, casi unánimes, acabaron con unas cuantas percepciones, al parecer erróneas, que se pudieron haber tenido de su prestación nantesa. Dado que Clemente les había pedido alegría y unión, y que viva el espíritu piña, y dado que a ellos les gusta eso de reafirmarse dentro del grupo, ninguno quiso entrar en el debate táctico (todo lo más, alabaron la elección de Clemente), ninguno quiso hablar de globo deshinchado, todos siguieron creyéndose los mejores y todos aseguraron tener la moral más alta que nunca. "Mis reflexiones son del todo positivas", reflexionó Luis Enrique. "Viendo el partido por televisión se confirmó lo que yo había pensado desde un principio, que habíamos sido superiores y que en una acción aislada, en un accidente futbolístico, han conseguido el empate, y luego...".

Entonces, ¿por qué perdieron un partido que llevaban ganado y al que habían salido como favoritos? Ahí entra en juego la fortuna y un par de errores (o mala suerte). "Fue un mal día entre todos por encajar goles que en partidos normales no hubiésemos encajado", dijo Sergi. "Dimos una gran imagen. Tuvimos muchísimas ocasiones", opinó Raúl. "Por dos fallos se nos complicó el partido". No hay, entonces, por qué tocar el espíritu de Puente Viesgo, aquel que nació en la concentración cántabra y que se resumió en la víspera nigeriana con aquello de "España está genial". "Ha sido un varapalo y punto. Seguimos pensando en hacer algo grande", proclamó Kiko, el iluminado. "Por cinco o seis minutos de descontrol no se puede echar por tierra todo un trabajo de cuatro años. Estamos súperconcentrados y súperoptimistas de hacer algo importante".

O, como dijo Sergi: "Hay que seguir con la mentalidad ganadora, con la ilusión que hemos llevado desde Puente Viesgo, y que eso no falle ahora, porque la única oportunidad que tenemos de clasificarnos es ganar los dos partidos siguientes". Sin embargo, tanta palabra parece esconder algo que no cuadra. Llegaron al campo de entrenamiento cabizbajos, casi con cara de funeral. Se estiraron un poco y empezaron a hacer bromas. Salieron por la puerta de vestuarios donde una turba de periodistas les esperaba con ganas de oír lamentos, llantos y promesas de un futuro espléndido. Y se pusieron enfáticos. A veces con un aire de dignidad ofendida cuando alguien se permitía preguntarles si el partido de Nigeria no les había hecho poner los pies en el suelo.

Como Hierro. "Por supuesto que seguimos pensando exactamente lo mismo que antes de empezar el Mundial", anunció el madridista. "Estamos muy tranquilos, sabiendo que seguimos manteniendo intactas las ilusiones". No deja de ser un reconocimiento de que no todo es controlable. O sea, que las promesas de victoria segura ante Paraguay pueden quedarse en el camino de los imponderables. O también, al revés: decir lo de ganar el Mundial no era un sinsentido en plan fanfarrón. De hecho, se ha torcido el asunto el primer día y no por ello se ha perdido la esperanza. La fe ciega en uno mismo tiene sus peligros. El principal, no reconocer que no todo es perfecto, o que sólo con la voluntad no se puede conseguir todo. Por ahí lanzaron sus reflexiones Amor, el deseado, y Sergi, el consciente. "También pudimos ganar el partido, pero lo que más duele no es la derrota sino la forma en que se produjo", comentó el centrocampista, que salió en el segundo tiempo. "Al margen de cómo podía ser el partido, si bueno o malo, lo teníamos ganado y se nos escapó".

El lateral, por su parte, alertó contra el optimismo ciego. "Yo ya dije que lo principal es ir día a día y que no se puede decir que se va a ser campeones sin jugar ningún partido. Hay que sufrir para ser campeones y de momento hemos sufrido el primer batacazo, pero lo más importante es que se pueden sacar conclusiones positivas, y pronto, no en un partido decisivo, como cuando quedamos eliminados en cuartos después de realizar un partido bueno, que ha sido nuestra marca".

En esa balsa de consenso, matizado por algunos, sólo se oyó una voz claramente disonante. Fue la de Pizzi, uno de los ocho que vio todo el partido desde el banquillo, pese a que pudo pensar que su presencia poderosa en el área podía ser más dañina para Nigeria que la variante dispuesta en los últimos minutos por Clemente (Etxeberria en la banda y Luis Enrique de ariete). "El rival fue mejor e hicieron mejor las cosas", reconoció.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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