_
_
_
_

Duelo de mediocres

Bulgaria y Paraguay empataron en un partido atropellado, sin apenas juego

Santiago Segurola

La primera ojeada a los rivales de España produce noticias satisfactorias para nuestra selección. Hay equipos que se parecen al aspecto de sus jugadores. Así Paraguay es liviana y Bulgaria inclasificable. Tiene de todo: gordos, flacos, laboriosos, vagos, rápidos, lentos. También tiene a Stoitchkov. O sea, que Bulgaria es un manual de antropología. Su juego es igual de variable que sus futbolistas. Bascula entre lo excitante y lo desesperante, con cierta preponderancia de lo último. El equipo envejece y los defectos se hacen más visibles.El empate entre pararaguayos y búlgaros es un buen resultado para España, además de ajustarse bastante bien a lo que sucedió en Montpellier, donde el día estuvo a tono con las características del partido. Hubo viento racheado y molesto. Como los dos equipos dijeron tan poco, es imposible pensar en un juego peor. Esa es la mala noticia para la selección española. Una vez alcanzado el nivel mínimo, Bulgaria y Paraguay sólo pueden progresar.

Bulgaria alcanzó la semifinal en el último Mundial con una especie de hippismo a la eslava -todo el mundo estaba enfadado con todo el mundo, pero se lo pasaban cañón-, con dos excelentes centrocampistas -el ingenioso Balakov y el utilísimo Letchkov- y con Stoitchkov en plan Long John Silver, como si dirigiera un barco de filibusteros. Aquello funcionó porque pilló a sus rivales por sorpresa. Todos estaban tan pendientes de lo táctico, de lo riguroso, del ordenancismo actual, que asistieron atónitos al heterodoxo despliegue de los búlgaros. Cuatro años después, esta selección ha envejecido mal y ha perdido encanto.

Aunque Stoitchkov protagonizó los momentos cruciales -un remate al palo y una deficiente volea con la portería libre- cada vez está más cerca de la caricatura. Como se dice que tiene personalidad, el hombre se pasa los partidos agitando los brazos, escupiendo, malmirando a sus compañeros, increpando al primero que se le ponga enfrente. Chilavert, como también gasta fama de duro y difícil, hizo buenas migas con Stoitchkov por una cuestión de solidaridad.

Al partido le sobró casi todo. Paraguay entró a jugar con un respeto reverencial. A sus jugadores les pudo el acontecimiento. O quizá es que no dan para más. Hasta los buenos decepcionaron. Acuña, que es un centrocampista equilibrado, apenas tuvo participación. Y sin Acuña, Paraguay no tenía a nadie para dar cuerpo al medio campo. La delantera fue inexistente, según corresponde con los informe. La única posibilidad pasaba por Benítez, que arrancó casi siempre desde demasiado lejos. Benítez jugó de extremo, pero no lo es. Menos aún en este fútbol que exige a los exteriores una gran ayuda en el medio campo.

La primera parte salió embarullada por la tendencia natural de los búlgaros y por la indecisión de los paraguayos, que no dieron tres pases. La situación favorecía a Bulgaria, más acostumbrada a pescar en este tipo de encuentros. Nada lo resume mejor que el remate al palo de Stoitchkov: un despeje corto de un central, un mal control de Acuña y la pelota quedó suelta para Stoitchkov.

Paraguay se armó un poco más en el segundo tiempo, aunque no lo suficiente como para provocar graves daños en el área rival. Lo más dañino para los búlgaros fue la presencia de Ivanov, su orondo capitán. Con sus pantalones XXXL y los michelines colgantes, Ivanov estuvo a punto de construir una nueva tesis sobre la función del líbero. Terminó tan cerca de su portero que se hizo difícil discernir quién era el guardameta.

Como el partido apenas tenía nada que decir, tuvo que salir Chilavert para lanzar un tiro libre y animar las cosas. Como portero, Chilavert es discretísimo, quizá porque también está afectado por el síndrome Ivanov y le sobran varios kilos. Pero se adorna con otras cualidades: se hace muy bien la propaganda y contagia el ardor a sus compañeros. En la segunda parte se animó a lanzar un golpe franco y por poco marca. Fue una de las pocas cosas notables de un partido mediocre, interpretado por un equipo asustado -Paraguay- y por otro que parece en decadencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_