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Los hijos deI 92

Moyà y Corretja son herederos de la planificación deportiva iniciada para los Juegos de Barcelona. El tenis español se consolida internacionalmente con una generación de jugadores de gran calidad

Cada fin de semana, de un tiempo a esta parte, toca glosar algún éxito español de calibre internacional. Es la dinámica de estos nuevos tiempos, heredera de un impulso planificador nacido en la necesidad de no hacer el ridículo en los Juegos Olímpicos de 1992. Por aquel entonces, apenas éramos conscientes de que había nacido un ciclista susceptible de alegrarnos cada periodo vacacional. No conocíamos al verdadero Induráin, pero hubo una aceptación general de que algo había que hacer. Ese algo consistía en trabajar a medio plazo, en subvencionar según objetivos y, sobre todo, en lanzarse a la caza y captura de jóvenes talentos allá donde se encontraran. Se descartó vivir del cuento, gastar por rutina el dinero y esperar mirando al cielo la llegada de algún líder por generación espontánea. La planificación dio tan buenos resultados en tan escaso margen de tiempo que no ha dado lugar a las habituales rencillas internas del Deporte español. Por una vez, nadie discute el sistema. Se acepta y se aplica disciplinadamente.

Porque el éxito del tenis español en Roland Garros no es una casualidad, a pesar de haya que separar lo realizado por Arantxa y Moyà. Arantxa representa a otra generación de tenistas y sus éxitos son producto exclusivo de su voluntad y su carácter. Moyà sí es un producto nuevo, nacido del ambiente creado en torno al emblemático 92, y actúa de líder de una nueva generación, a la que se pueden incorporar Corretja, Costa, Berasategui y Mantilla, por destacar a los más eficaces de la denominada Armada española.

Moyà pone punto y aparte a medio año de buenos resultados, complementados ayer con el éxito del balonmano español en el Europeo de Italia, y a la espera de lo que sigan haciendo Carlos Sainz y Alex Crivillé. Punto y aparte: ahora le llega el turno al fútbol, donde también se ha hecho un trabajo que poco tiene que ver con experiencias anteriores: se ha planificado, se le ha dado continuidad a un entrenador y se ha construido un bloque sólido. El sistema nacido del 92 parece funcionar. Con estos antecedentes, España confía en hacer un buen papel en el Mundial.

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