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La nadadora Michelle Smith, acusada de manipular un control por sorpresa

Isabel Ferrer

Michelle Smith, la nadadora irlandesa que obtuvo tres medallas de oro en 1996 durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, afronta el momento más delicado de su portentosa carrera. Una prueba antidroga efectuada en febrero pasado, por sorpresa, fuera de competición, puede costarle ahora una grave sanción. La muestra de orina «presenta indicios claros de haber sido alterada», según la Federación Internacional de Natación.

Aunque la nanadora no hubiera tomado productos prohibidos, bastaría con haber entorpecido los análisis para poder sancionarla. La propia Michelle, habituada a negar que las drogas formen parte de sus entrenamientos, aunque haya sido sistemáticamente sospechosa por unos éxitos inesperados, dio ayer en Dublín su versión de los hechos. «La prueba que me solicitaron no cumplía los requisitos olímpicos. Todos los que estamos aquí (en la conferencia de prensa) tenemos testosterona en la sangre», afirmó. En tono contundente dijo luego que está cansada de desmentir su supuesto uso de productos vetados en el deporte. «Es deplorable la forma en que se ha tratado todo esto y cómo ha llegado a ver la luz». La nadadora siempre ha dado negativo en los análisis a que ha sido sometida.

En realidad, las sospechas sobre su asombroso ascenso al estrellato natatorio son anteriores a la gloria olímpica. En 1993, ni siquiera constaba entre las 50 mejores nadadoras del mundo. Dos años después, logró convertirse en la primera campeona irlandesa de Europa. A partir de entonces, resultó imbatible y fue temida y criticada, a partes iguales, por sus rivales. En Atlanta arrasó con el oro en los 400 metros libres y 400 estilos, así como en los 200 metros estilos. Teniendo en cuenta que Irlanda carece de piscina de 50 metros, la medida oficial de los Juegos, la hazaña adquiría proporciones casi épicas. Pero sobre el historial de la atleta planeaba una duda.

En 1992 y cuando aún no era famosa, conoció a su actual marido Erik de Bruin. Ahora compite incluso con su nombre de casada. Lanzador de disco holandés, su esposo fue sancionado en 1993 durante cuatro años precisamente por fallar un control antidroga. Convertido en su entrenador, ambos han tenido que afrontar incesantes críticas sobre la mejora de su rendimiento. Ahora que la polémica les envuelve de nuevo, lo peor que podría pasarle a Michelle es que la prueba B, el famoso contraanálisis efectuado en casos similares, confirmara las sospechas del primero. En tal caso, incluso podría ser despojada de las dos medallas de oro y dos de plata obtenidas en Sevilla en los Campeonatos Europeos de Natación. Si la sancionan con la pena más grave, cuatro años, tampoco podrá acudir a los próximos Juegos Olímpicos de Sidney en el año 2000.

Las cosas eran bien distintas en 1996 al descender del avión que la devolvió a su Irlanda natal desde Atlanta. Llovía a cántaros, pero Mary Robinson, entonces presidenta del país, acudió a saludarla a la pista de aterrizaje como una heroína. Los festejos en su honor duraron varios días.

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