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Momento cumbre

Los mercados de valores han entrado en una fase complicada, de la que lo único que se desprende es que el miedo a lo desconocido guía los movimientos. Ahora se recuerdan las llamadas a la prudencia, cuando lo fácil era ganarse unos duros en minutos, y hasta adquiere el tono de un mensaje bíblico aquello de las «llamaradas especulativas». La realidad es que los inversores que han entrado en este último mes se han cruzado con un proceso vendedor, procedente del sector más profesional de la Bolsa, aquel que con sus movimientos masivos hace buenos los análisis gráficos y deja en el mercado un fondo de evidencia que tampoco es una verdad absoluta.

Los profesionales, antes que nadie, sintieron el vértigo de la subida, pero saben tantear la presión del dinero y al primer síntoma de irregularidad han decidido la retirada. No es ninguna casualidad que ésta haya coincidido con la proximidad de la reunión de la UE, en la que se tomarán algunas decisiones que van a poner coto a una serie de factores de peso para el mercado.

La contratación fue elevada, 147.428 millones de pesetas en el mercado continuo, pero sólo comenzó a coger ritmo cuando la presión del papel lo exigió, es decir, cuando el índice de la Bolsa de Madrid comenzó a bajar más de 13 puntos.

A estas alturas resulta complicado centrar las causas de la caída de la Bolsa, debido a los numerosos frentes que tiene abiertos. La crisis asiática, que parece que no va a tocar fondo; la aventura que supone limitar el tipo de cambio de las divisas y de los tipos de interés para 11 países, junto con unos precios inflados por la entrada de dinero fácil, ponen el listón muy alto para los analistas y, como en otros gremios, hay pocos capaces de sacar nota.

El miedo a una subida de los tipos de interés en EE UU conlleva el desmantelamiento de las previsiones que situaban el precio del dinero de unos cuantos países emergentes por debajo del 4% y es que, a partir del lunes, el diferencial de moda va a ser el de la deuda alemana con la de EE UU.

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