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FÚTBOL 34ª JORNADA DE LIGA

Cosa de zurdos

El Madrid consigue la victoria más sencilla de la temporada y Raúl se reencuentra con el gol

Santiago Segurola

Los goles son más hermosos cuando los producen los zurdos. Tiene que ver con la plástica y con la condición misteriosa de la zurdera. Raúl, que llevaba largo tiempo decaído, marcó sus dos primeros goles en la segunda vuelta; Roberto Carlos desarboló al Oviedo en cada una de sus incursiones; Amavisca y Redondo tuvieron algo que ver en el primer tanto, como Guti en el quinto. Todos zurdos y actores de algunos tantos estupendos, muy principalmente el último del partido, un prodigio de exactitud y belleza. El partido valió menos que los goles, y el Oviedo no valió nada. En Chamartín justificó su desplome: un equipo aburrido, triste y mal organizado. El fútbol anda flaco de memoria o es de naturaleza injusta. La gente saludó con gran entusiasmo la primera intervención de Redondo, el héroe de Dortmund. Se le festejó aquel pase y casi todos los que hizo durante el encuentro. Tres años atrás, precisamente frente al Oviedo, el público de Chamartín estuvo a punto de cargarse la carrera de Redondo. Era el segundo partido de aquel campeonato y la gente cargó contra el centrocampista. Le censuró como a nadie en mucho tiempo. Por aquellas fechas, Redondo no hacía nada diferente a lo que hace ahora, e incluso había jugado mejor que en la actual temporada. Pero su figura era detestada en el estadio. Se hizo una cuestión principal de la presencia de Redondo y el asunto tuvo efectos devastadores sobre la continuidad de Valdano y la carrera del futbolista, que se vio obligado a jugar en un clima de hostilidad.

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Por lo visto, Redondo ha salido triunfante del desafío. Es tan básico ahora como antes, pero en estos tiempos se le celebra todo. Así de cambiante es el humor de la gente del fútbol. Redondo tuvo un papel secundario frente al Oviedo. El Madrid no le necesitó demasiado en un partido que sólo tuvo de estrepitoso el resultado. Todo lo demás fue sencillo para los madridistas, que jugaron con más comodidad que nunca. El encuentro le resultó fácil porque algunos jugadores recuperaron lo mejor de su talento y porque el Oviedo concedió en todos los sentidos. El desastre alcanzó a todas las líneas, en unos casos por graves carencias de calidad, en otros por un desorden general y en muchos por una indolencia inexplicable. En el rifi rafe que se vive en el fondo de la clasificación, no hay peor cáncer que la apatía.

Fue un partido de izquierdas, tanto por el protagonismo de los zurdos como las limitaciones de los diestros. Las únicas jugadas reseñables del Oviedo discurrieron por la zona de Panucci y Karembeu, que estuvieron en su peor versión. Panucci está preso de una tendencia peligrosamente contemplativa. Le da por mirar, en plan pasivo, y no para a nadie por su banda. Quizá es que no le apetecen estos partidos de Liga. Durante los diez primeros minutos, el Oviedo penetró varias veces por allí e incluso estuvo cerca de marcar, sobre todo en un centro de González que Dely Valdés remató con una parte no homologada del pie. Aquello que parecía gol seguro fue interceptado por Fernando Sanz, que volvió a actuar de manera convincente.

Sanz ha decidido entrar a los partidos con la máxima atención. Funcionó irreprochablemente en Dortmund, y volvió a hacerlo frente al Oviedo. Una aspecto le distingue: frente a la pasividad natural de los defensores del Madrid, que prefieren adivinar antes que encimar, Sanz ha escogido la vía italiana. Si el delantero se retrasa a la media punta, la persigue, le encima y le impide la jugada, bien porque le arrebata la pelota, bien con una falta. No es una cuestión menor.

El primer gol definió el partido y, los tantos posteriores. Intervinieron Redondo, Amavisca y Roberto Carlos, que llegó como un avión y metió un centro estupendo hacia al segundo palo, donde Morientes se levantó y marcó. Fue la primera de las varias asociaciones que se produjeron en la banda izquierda. El segundo tanto nació de una intercepción de Roberto Carlos y desembocó en un remate estupendo de Raúl a la escuadra. Hasta entonces no había noticias de Raúl, pero el gol le produjo un efecto eufórico.

Raúl se recuperó poco a poco hasta recordar el jugador decisivo que es. A su manera, Morientes también lo es. Si fuera del área es un futbolista discretísimo, en el área gana mucho. Anotó dos goles y se garantiza un sitio como titular, porque Suker sólo está para los minutos de la basura. Como el partido estaba para las reivindicaciones personales, Sanchis, otro represaliado por el personal no hace mucho, metió un frentazo y logró el tercer gol.

El partido prosiguió en la línea que pretendía el Madrid. Poca intensidad y ninguna oposición del Oviedo, a pesar del tanto de Valdés. Así que el Madrid se dio a los lujos, que coronaron en el quinto gol. Una obra de arte de tres zurdos, como correspondía al signo del encuentro. Roberto Carlos recibió en su campa y tocó rápido para Raúl, que retrasó hacia Guti. Pared. Por la izquierda progresó Roberto Carlos, que recibió de Raúl. Pared. Ésta definitiva. Raúl recogió la pelota en la raya del área y la elevó con astucia y precisión sobre el portero. Golazo.

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