El Barca se queda con el resultado
El Oviedo presionó al final, pero no pudo igualar los goles de Luis Enrique y Bogarde
Pese a que el Camp Nou tiritó como cuando era invierno, ignorando a la primavera, no hay motivo aparente para el canguelo en el Barça. No jugó a nada el grupo azulgrana y, sin embargo, el liderato está más blindado que nunca. La proximidad del título parece haber destensado al grupo de Van Gaal. Estuvo muy fuera del partido en Vigo y anoche anduvo de paseante por el estadio. Tuvo la fortuna de encontrarse la contienda resuelta como quien no quiere la cosa y estuvo a punto de regalarla con la misma indiferencia.El Oviedo le hizo pasar un mal rato tras haberse acomodado. El partido empezó demasiadas veces para el Barça. La puesta en escena azulgrana se vio alterada por la lesión de Sergi en el calentamiento. El lateral sintió el temido pinchazo en su pierna izquierda y, rendido, obligó a Van Gaal a repintar el encuentro. Dada la ausencia de otro zurdo en el banquillo, optó el técnico por un cambio de hombre: mandó llamar a Roger, vestido de calle en la tribuna.
Puesta la pelota en juego y acomodada la zaga, la vista del Camp Nou se posó entonces en De la Peña. En ausencia de Giovanni, volvía Lo Pelat, un futbolista capaz por sí solo de darle vida a cualquier partido. Iván, in embargo, no entraba en juego. Iba y volvía por la divisoria, mirándose de refilón la pierna, como muy mosqueado, desconfiado. No estaba a gusto y su malestar arrastró al grupo entero. El primer cuarto de hora resultó un bostezo.
Ni la hinchada estaba por la faena, ni el equipo se metía en la refriega ni el marcador de la jornada invitaba a salir de la somnolencia. La única preocupación era saber qué le pasaba a Lo Pelat. Y De la Peña comenzó a tocarse su musculatura, puso mala cara, se tumbó en el arcén para que le dieran una friega, probó a ver qué tal y acabó por salirse de la cancha, víctima también de los isquiotibiales, una lesión de muy mal agüero en el Camp Nou tras destrozar el curso a Guardiola.
La retirada de Lo Pelat dejó un gran vacío en un partido sin contenido por la actitud de uno y otro contendiente. El Oviedo se dejaba llevar por la rutina y el Barça no conseguía arrancar, atrapado por tanto cambio de marcha. La entrada de Amor no alteró el ritmo plano del choque.
A falta de espacios y velocidad y también de homogeneidad, el marcador quedó a expensas de soluciones individuales. Y para estos casos, el mejor remedio es Luis Enrique. No hay nadie como el asturiano para resolver las disfunciones colectivas. Luis Enrique aguantó al Barça cuando Van Gaal no daba con el equípo en el arranque de temporada y ahora, con el colectivo ya más puesto, siempre aparece su gol cuando el grupo denota cierto extravío y flaqueza. Al tanto de Luis Enrique siguió otro de Bogarde, el primero que marca en el Barça, a la salida de un córner, y la contienda pareció finiquitada sin más ni menos. El Oviedo ni se había ensuciado los calzones. Jugó en medio campo, sin defensa ni ataque. Tardó veinte minutos en cometer la primera falta, encajó dos goles en tres remates y atrapó el descanso sin apuntar a Hesp. El partido no cambió de color hasta entrado el segundo tiempo. Una malentendido defensivo acabó con un gol de Bogarde en propia portería y el encuentro dejó de dormitar para adquirir un tono descontrolado, muy preocupante para el Barça.
Hesp evitó el empate en un remate a bocajarro de César y el Oviedo tuvo al Barcelona largo rato fuera de sitio. A falta de fútbol, la contienda entró en un debate anímico más que de juego. Le faltó fútbol al equipo de Tabárez para ganarse el empate y le sobró nervio al Barcelona de Van Gaal, para evitar las dudas.
El árbitro le cogió gusto al pánico azulgrana y alargó el sufrimiento culé un buen tiempo. Descabezado, el Barça se agarró al patadón de forma descarada para sacudirse el miedo y el Oviedo, camuflado en la tabla, se resignó a su papel de don nadie, un equipo sin suerte ni desgracia, un estado de ánimo reflejado en el balón que no alcanzó Dely Valdés, a centro de Pompei, en el último acto del choque. El Barça respiró aliviado. Nunca estuvo a gusto en el partido, pese a que la clasificación le bendiga más que nunca.
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