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Reportaje:

Jango, un payaso 'fuera de la ley'

El célebre artista estadounidense trae a España 'Mum', espectáculo en el que explora pasado y futuro

Tiene una jeta inconmensurable. En los dos sentidos. Domina el más mínimo músculo de su cara y su registro de gestos es infinito, al tiempo que es un provocador nato, que vive sin atenerse a ley alguna y logra productos escénicos que han sido calificados de sublimes a punta de transgresión no exenta de vulgaridad. Jango Edwards, considerado como uno de los mejores payasos del mundo, se encuentra en el teatro Alfil, de Madrid, donde ha estrenado en España Mum, su última creación en solitario a la que aplica su filosofía: "Procurar vivir con el menor número de leyes posibles y vivir cada día como si fuera el último".Según el diccionario Concise, de Oxford, Mum tiene tres acepciones. Una, madre; otra, silencioso, no decir nada, y la última,actuar en una obra tradicional de máscara.Para Jango Edwards significa dos cosas.. Una, un viaje al pasado, presente y futuro, y otra, un intento de explorar sus creencias', filosofía y opiniones sobre la condición del género humano a través de su corazón y echando un vistazo a su cabeza.

En Mum, espectáculo estrenado en París hace año y medio, Jango hace desfilar desde a su propia madre hasta al hombre más triste del mundo, pasando por un exhibicionista, un jugador de golf, un profesor chiflado y otros tantos personajes a los que en más de una ocasión hace hablar español.

Dice ser payaso, porque eligió esta profesión como forma de periodismo para ser feliz: "Ser payaso es algo espiritual; uno se mueve en un nivel muy bajo de comunicación, que incluye caca, pedo, pis, culo.... y para ser bueno no hace falta aprender nada, sólo acordarse de cosas que se han olvidado; yo sólo hago reírse a uno de sí mismo", dice. Hace años, este hombre tuvo que actuar en una misma semana para la reina de Holanda, un grupo de heroinómanos, con los Rolling Stones y en una escuela de niños con síndrome de Down. "Desde entonces no he parado de tener éxito".

Por si la cosa no queda clara, comenta sin titubear a cualquier auditorio al que se enfrente: "Da lo mismo lo que digáis, soy maravilloso y genial". Y así le consideran muchos seguidores, entre los que se encuentran gentes tan distintas como Coppola, Catherine Deneuve o los Rolling Stones, grupo este último que alguna vez le ha elegido como telonero de sus conciertos, o los desaparecidos Salvador Dalí y Fellini.

El otoño pasado estuvo unos días en España, dentro, del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Ahora presenta Mum, su última producción, y también impartirá unos cursos en los que pretende que no sólo haya actores interesados en su trabajo.

Su primera visita a España, donde cuenta con fervientes seguidores, hay que remontarla a las postrimerías del franquismo. "Cuando hacía de Jesucristo y me desnudaba mucho, la losa de Franco pesaba y la gente tenía ganas de reírse", dice el payaso, quien ha descubierto en su última estancia en la capital española que la situación política ha cambiado, pero que la gente sigue dispuesta a troncharse. "Soy un regalo para Madrid, los espectadores pagan dinero Dará ver cómo me lo paso bien, y lo cierto es que se puede pasar bien sin mí y ahorrarse uno la pasta, pero, claro, si viene alguien esté seguro de que le cambiaré la vida o la mujer, y eso siempre es interesante; no me importa si le caigo mal a alguien, lo más importante es que no se van a olvidar de mí", dice seguro de que sólo por verle la cara vale la pena acercarse a verle.

Define su vida con aire de tedio: "Me crié en una granja en la que crecía la hierba, la de pastar, no la de fumar; mi madre, alcohólica; mi padre, un hombre que se hizo a sí mismo; mi hermano, para librarse de la mili, se cortó el dedo con el que tenía que disparar, y mi hermana, por un problema glandular, pesa 260 kilos. Está claro que pertenezco a una familia de clase media americana de lo más normal".

Para él, las armas de un payaso son la sonrisa y la cara de mal genio: "Los payasos estamos fuera de la ley; en tiempos prehistóricos, las únicas leyes que había eran comer, beber, follar y no matar ... ; ahora hay leyes hasta para beber una copa, y yo no rompo la ley, pero estoy fuera de ella porque intento vivir con el menor número de leyes posibles".

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