No habrá perdón
Lo peor de hacer la crítica a un nuevo programa de televisión es que el primero suele ser el peor y los reparos recaen sobre los defectos que ya conocía la misma experiencia primeriza de sus autores. Son pues, al cabo, estas críticas, críticas constructivas porque coinciden precisamente con el momento en que el espacio se está componiendo. O radicalmente destructivas cuando parece que sus primeros brotes nacen muy torcidos e inderezables. Otra cosa es cuando los problemas proceden de la carencia o del exceso, en cuyos supuestos las enmiendas pueden acopliarse con facilidad mayor.De los defectos correspondientes al exceso participa, hoy por hoy, el programa Perdona nuestros pecados (PNP) que estrenó Tele 5 el pasado domingo. Puesto que la base de su humor se hallaba en una materia de sobra usada y recreada, la originalidad se confió al relleno de los guionistas. Lo nuevo no era, en efecto, la proyección de los errores de presentadores o presentadoras de televisión, los resbalones de los invitados al plató, las conexiones que no llegan, los nombres que se atragantan o los datos que se extravían o se trabucan, lo innovador cargaba sobre el tratamiento de toda esa pulpa. Sobre ese agregado es donde viene a citarse la potencial singularidad del espacio y el reto ante el público. ¿Victoria?
Jordi Estadella ha hecho de casi todo y pertenece al grupo de los profesionales del medio con patrimonio de gran fajador. Ella, inmaculada del Moral, es un hermoso apoyo ornamental que da un agregado recreo a la vista, no desdeñable. En cuanto al funcionamiento, la máquina de conjunto se resintió, primero, de su reciente puesta en marcha. Y, segundo, de una idea demasiado confusa para darle un carácter nuevo.
Ni basta dividir los gazapos en secciones, ni se gana lo bastante con los paralelismos de imágenes que hacen de contrapunto al despropósito. De añadidura, el juego de juntar pasajes de distinta naturaleza para reforzar lo grotesco se ha ensayado muchas otras veces y no parece que merezca un prime time.
Bienvenido a la televisión, sin embargo, cualquier nuevo programa de humor que contrarreste las chocarrerías de otros canales de desecho y bienvenido Jordi Estadella, de cuyo juicio pueden partir las necesarias correcciones futuras. Dudoso es, sin embargo, que este espacio se convierta en un buen producto establecido si no se le presta mayor exigencia. Su capacidad para entretener no se apoyará en ningún material que no sea el deducible de un gran trabajo de rastreo y recolección. Un programa que, si ahora cuenta con un equipo de 13 buscadores y se sirve de espontáneos (a cambio del ridículo dote de 25.000 pesetas), muy pronto puede constatar que para sobrevivir le será preciso ampliar plantilla y recompensas. Hacer lo que ya está inventado obliga a ser más. En consecuencia, o PNP se hace incomparablemente mejor de lo ya visto o caerá inevitablemente en nada, el recreo se trasnochará en tedio y no habrá perdón.
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