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COPA DE LA UEFA CUARTOS DE FINAL

Birmingham tiene la últilma palabra

Un gol de penalti de Vieri fue toda la renta que logró el Atlético ante el Aston Villa

El Atlético depende demasiado de Vieri, de sus goles. Todas sus jugadas le tienen como destino final, todos le buscan, se ha convertido en la única referencia. Por eso, cuando el italiano tiene averiado el punto de mira, como ayer, el marcador rojiblanco se resiente. Vieri hizo mucho anoche: desnudó a la defensa del Aston Villa con sus movimientos y se fabricó extraordinarias posiciones de remate de donde no había nada. Pero sus remates estuvieron más cargados de huys que de goles. Incluso el 1-0, su tanto de penalti, tocó la red suplicando: el australiano Bosnich adivinó el tiro, alcanzó sobrado el balón, pero se le dobló la mano. Y no es demasiada renta un gol para dar por cerrada la eliminatoria. Birmingham tiene la última palabra.

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Le costó jugar al Atlético. John Gregory, el nuevo entrenador del Villa, no repitió el planteamiento del sábado. Diseñó un esquema menos alegre, más cargado de precauciones, con cinco defensas, las líneas muy juntas achicando los espacios y una presión decidida y ordenada en el centro del campo. La fórmula metió en problemas a los rojiblancos, que encontraron serias dificultades para elaborar su fútbol. No tanto en los minutos iniciales, cuando, tal vez por aquello del factor sorpresa, los lanzadores del Atlético sí acertaron a conectar con Vieri, que no se cansó de buscar la espalda de la zaga inglesa en todo el partido. El italiano se las apañó para perfilarse con insistencia hacia el remate, pero careció de puntería unas veces y se topó con Bosnich en otras.

Cumplido el primer cuarto de hora, el partido viró hacia el lado visitante. El Villa fijó mejor sus marcas y se hizo con el balón, al que siempre procuró darle un trato poco británico, alargando las posesiones, tocando mucho. Eso sí, todo endemoniadamente muy rápido. Como el Atlético también preparó una defensa adelantada y presionó con el mismo ahínco, la zona de maniobras quedó reducida a unos pocos metros cuadrados. Llegó una fase de juego trabado, fea, poco beneficiosa para los madrileños.

Sólo Caminero conservaba la luz encendida. Kiko y Pantic intervenían poco, ahogados por el montaje defensivo inglés. Si por algún lado no estaba esta vez el filón del Atlético era por la otras tardes mágica zona de entrelíneas. Así que sólo cuando el juego vencía hacia el costado izquierdo, por donde se movía Caminero, muy crecido ante Grayson y certero a la hora de encontrar a Vieri, los rojiblancos acertaban a arrancar algo positivo.

Un golpe de coraje, de este partido hay que llevárselo como sea, sirvió para que el Atlético entrara en su mejor fase, allá por la media hora. Kiko y Pantic se unieron a Caminero, a quien ni en días así de lúcidos parte del público le libera de los pitos. Y el panorama mejoró para los rojiblancos, que hasta entonces, al menos, no habían sentido cerca de Molina el peligro de gol. El Villa empezó a pasarlo mal y el Atlético le dio más ritmo a sus ocasiones, que por momentos se sucedieron de forma consecutiva. El equipo se puso el traje del séptimo de caballería, aquel que tenía guardado en el ropero desde el doblete, y la hinchada echó el resto. Pero Vieri, por donde pretendían terminar y terminaban todos los ataques, seguía con el punto de mira desajustado.

En pleno acoso local, ya muy cerca del descanso, llegó el gol. Y cómo no, a balón parado, la vieja solución, el remedio que lo cura todo en el Atlético. Pantic sirvió un córner de oro a la cabeza de Andrei, Bosnich se quitó de encima como pudo el balón y cuando Caminero iba a rematar el rechace, fue desequilibrado: penalti. El guardameta australiano llegó a tocar el disparo de Vieri, pero el balón acabó en la red.

El 1-0 dio otro color a la segunda parte. El Aston Villa, que en el primer tramo sólo había rematado una vez, se estiró de veras. Buscó, ya con decisión, el gol que tanto querían evitar los rojiblancos. Se apoderaron los ingleses del centro del campo, con el incansable Draper al volante, empezaron a dimitir algunos jugadores rojiblancos, tal vez agotados del esfuerzo anterior, y las inmediaciones de Molina se llenaron de visitas. Estuvo en salvador el guardameta, muy seguro en todos los balones aéreos -por donde se retorcía su defensa- y sencillamente soberbio en un mano a mano con Grayson que llevaba aviso de gol por todos lados.

El campo se agrandó, las líneas ganaron distancia y los espacios se multiplicaron. El partido se desordenó, se abrió en canal, con los ingleses a la caza del empate y los rojiblancos, más bien a la contra, a la búsqueda de un marcador más holgado. Pero como hubo más voluntad que otra cosa, como a los jugadores ya les faltaba tanto aire como frescura de ideas, el marcador ni se inmutó. En realidad, hubo más sensación de peligro que peligro real.

Al final, 1-0. O lo que es lo mismo, eliminatoria sin resolver. El Atlético tiene ventaja, sobre todo porque conservó su puerta a cero, y eso en estas rondas a vida o muerte se cotiza bastante, pero nada está claro. Decididamente, Birmingham tiene la última palabra.

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