Exhibición del Valencia
El equipo de Ranieri descubre las miserias del Athletic
Los partidos, si el Athletic anda de por medio, tienden a la espesura. La padecen sus futbolistas más habilitados para la creación y la sufre el equipo rival, que poco a poco se ve obligado a recitar el mismo guión, aun cuando sus aptitudes sean más declamatorias. Los partidos, si el Athletic anda de por medio, se sabe lo que son. Y, sobre todo si Joseba Etxeberria, el recurso habitual para salir del túnel, se encuentra en la grada, la tendencia natural al visceralismo y al culto aerodinámico (todo por arriba, nada por abajo) se acentúa de tal manera que el fútbol se convierte en una disputa de gladiadores.El Valencia se dejó los ingenios en el vestuario y apretó los puños para ganar el partido. El generalato (Piojo López, Illie) dio paso a la ingenie a mecánica (Mendieta, Farinós, Djukic) para desenredar el balón de la ventisca y el bosquecillo de piernas que inmediatamente rodeaba cada acción en el medio campo. Los centrocampistas rojiblancos desaparecieron del mapa hasta el punto de que la grada dedicó sus primeros silbidos a Julen Guerrero por su incapacidad para recuperar el balón, centrar y rematar a la vez. El calvario rojiblanco lo padece en exceso el capitán bilbaíno, sometido a un estilo de fútbol que no figura en su biblioteca particular.
El Valencia había echado del terreno de juego a los centrocampistas rojiblancos. En un minuto se inclinó la tendencia del partido: primero Zubizarreta le savó un cabezazo en plancha a Urzaiz y a renglón seguido Illie empujó a la red.
El gol resultó determinante, como quizá lo hubiera sido para el Athletic de haberlo obtenido en la jugada inmediatamente anterior. Con el tanto en el bolsillo, el Valencia tenía el partido que buscaba, resguardado en su parcela y amparado en la velocidad de Illie y Claudio López para sacar de quicio a una defensa deshilachada.
El Athletic se murió con el gol. Tenía poca vida y la entregó de golpe. En realidad su posición en la tabla oculta muchas carencias: su estilo no se lleva, no tiene delanteros y su afamada defensa se resquebraja. Sus argumentos son más aparentes que reales. Illie marcó el segundo gol y anunció el nuevo libreto: carrera y pase al hueco.
El partido era una pugna tan desigual que resultaba patético. Pero el fútbol quiso premiar la actitud de un futbolista que había dictado una soberbia lección de juego. Mendieta marcó el gol de la noche, saludado con aplausos por un público que gusta de ese fútbol más que de la apelación al pañuelo en la frente.
El Valencia dio un recital progresivo partiendo de la lucha corajuda del inicio a la exhibición de contragolpe con la que concluyó el encuentro.
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