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BALONMANO FINAL DE LA COPA DEL REY

El Barcelona gana su novena Copa

Los azulgrana imponen su calidad y su físico al Portland en la final de Palencia

La estadística avala al Barcelona. El grupo de Valero Rivera es el que menos partidos ha perdido en la Liga Asobal -sólo uno-, el que menos goles ha encajado y el que más ha marcado. Su diferencial es brutal: 195 goles a favor. El Barça puede perder, eso es evidente, pero es difícil. La Copa del Rey fue una nueva constatación del poderío que atesora este equipo que, bajo la batuta de Valero Rivera, ha conseguido ya 46 títulos, entre ellos tres copas de Europa, ocho ligas y, con el de ayer, nueve copas del Rey.Sin embargo, para los azulgrana la final no fue cómoda. El Portland San Antonio, un equipo de nuevo cuño formado por Zupo Equisoain, nunca sintió la presión de disputar su primera final importante, y jamás lanzó la toalla. Su entrega le permitió volver a entrar en el partido varías veces, cuando el Barça parecía estar desbaratando el duelo y convirtiéndolo en una apuesta fija.

Eso ocurrió en la parte final del primer tiempo, cuando las distancias empezaban a ser importantes (18-14 en el descanso) y, sobre todo, tras superarse los 10 primeros minutos de la segunda mitad, cuando la diferencia se estableció en nueve goles (25-16). Fueron momentos en los que la presionante defensa del Barcelona y la incuestionable calidad de su portero, Thomas Svenssson -realizó 14 paradas-, marcaron la diferencia. Al Portland le costaba encontrar buenas posiciones de tiro y la resolución de los ataques se encallaba. Era, además de un problema táctico, una cuestión física. El Barça estaba más entero.

Faltaban 20 minutos, pero el partido parecía resuelto. Sin embargo, ahí surgió con toda su fuerza la figura del portero rumano Alexandru Buligan. Apagado en los primeros compases del encuentro, obligado incluso a un largo descanso en el banquillo, Buligan se entonó en la parte final y volvió a ser la pieza clave, en la que pivotó el Portland para iniciar una remontada espectacular.

De estar nueve goles abajo, el San Antonio se acercó hasta tres (28-25) y obligó a Valero a cambiar la cara. El técnico azulgrana evidenció en su rostro la preocupación que estaba embargando a todo su grupo. Fue tal vez un momento de cierta distensión, de exceso de confianza, el único altibajo. Al Barça le costó recuperar el tono de su juego y la confianza de sus lanzadores. Pero allí, en aquellos momentos difíciles, surgió de nuevo la calidad de Svensson, Garralda, Masip, Ortega y Chepkin, que catalputaron al Barça hacia el triunfo. Al Portland le quedó la satisfacción de haberlo intentado. Pero seguirá sin haber ganado ningún título importante.

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