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OLIMPISMO

¿Atlanta bis?

Recordar que los Juegos de Atlanta, en 1996, fueron un fracaso estrepitoso, pese a organizarlos la primera potencia mundial sólo supone constatar lo que ha quedado ya para la parte triste de la historia del olimpismo. Pero menos de dos años después, casi recién salidos del fiasco veraniego, se ha ido formando la amenaza invernal. De Japón no se puede discutir tampoco su fuerza, aunque navegue en los últimos tiempos sobre la crisis asiática, pero lo que parecía una garantía de éxito para sus Juegos, como pasó en principio con Estados Unidos, se ha ido demostrando que no está nada claro. Y no porque Nagano vaya a repetir el modelo privado de organización de Atlanta con su NAOC, sino por los muchos problemas habidos. Y eso, aún sin empezar, con riesgos siempre como las condiciones meteorológicas de la zona o los terremotos.Cinco años ha durado la discusión sobre el descenso. El NAOC ha tardado este tiempo en ceder para que la cota de salida se subiera de 1.680 a 1.765 metros. Y todo, por una absurda defensa ecológica de una zona en la que anualmente esquían miles de aficionados.

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La perfección japonesa ha quedado en un espantoso descrédito con los reptidos apagones de la antorcha olímpica. Y los impresionantes despliegues de seguridad, con los sistemas tecnológicos más modernos -hasta el iris de los tiradores de biatlón, en lugar de sus huellas- han dado lugar a excesos ridículos. La tecnología y la seguridad son imprescindibles, pero cada día queda más avalada la imaginación latina ante proyectos cuadriculados, que agrandan los errores en lugar de enmendarlos. Por eso, de nuevo, se empieza a recordar a Barcelona.

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