_
_
_
_
_
FÚTBOL SEGUNDA DIVISIÓN

El Rayo ha perdido el olfato

Al cuadro vallecano sólo le faltó marcar ante el Hércules

El Rayo no consigue un gol desde tiempos inmemoriales. Está seco y sin olfato. Ayer hizo lo imposible por ganar un partido que debió ser suyo. Gozó de oportunidades de diversos colores y de idéntico resultado. Nulo. Empujó al Hércules hasta la cueva y allí le maniató. Pero le dejó escaparse vivo, incapaz como fue de encontrar un hueco en su portería.Lo primero que hay que reseñar es que Ortuondo sigue en su puesto, amenazado como estaba por su presidenta, que recibe consejos de aquí y de allá para que firme su finiquito. La medida se antoja esperpéntica. Porque cuesta creer que el Rayo, un equipo construido para jugar al fútbol, pueda conseguirlo sobre un césped de sombrío aspecto. Con o sin Ortuondo.

Dijo éste tras la derrota ante el Osasuna que aún no conoce la receta para hacer posible lo imposible. O sea, jugar allí al fútbol. Teresa Rivero montó en cólera y declaró que el césped perjudica por igual al Rayo y a su rival. No es verdad. "Aquí no puede jugar el Rayo". La frase no es de Ortuondo, sino de David Vidal, técnico del Hércules.

Pero el Rayo tiene más problemas. El primero, el doloroso divorcio que sufre. Está partido en dos. Viven, por un lado, los defensas y los dos medios centro, ayer, Estíbariz y Gutiérrez. En el otro se alojan Ezequiel, Pineda, Onésimo e Iván Rosado, jugadores de toque, de sorpresa. Cuando conectan, el Rayo hace daño. Pero necesitan la pelota. Y el Rayo, desde que se lesionó Pablo Sanz, tiene unos enormes problemas de circulación.

Y como no marca goles ni equivocándose -lleva ya cuatro partidos a cero-, sus males se disparan. Ayer, mientras el Hércules miró hacia adelante, sólo en el primer tiempo, el Rayo pasó serios apuros. Que no fueron a más porque Lopetegui sigue agigantado. Pero recularon los alicantinos y el Rayo vio la luz, a lo que sin duda le ayudó el recordar que en un campo de fútbol, incluso en el de Vallecas, hay dos bandas.

Acumuló el Rayo ocasiones de gol, pero Falagán supo estar en su sitio. Sobre todo en un final angustioso para él. Los locales se adueñaron de un balón al que este césped emboba, y sólo su ceguera ante la portería impidió una victoria necesaria, merecida y, por lo visto, imposible mientras las porterías sigan midiendo lo que miden.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_