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FÚTBOL: UNDÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Atlético cae en la vulgaridad

El equipo rojiblanco ofreció una imagen decepcionante frente al Salamanca, que resistió bien y sacó un empate

Santiago Segurola

Cuando aparece Futre en el Atlético es que la cosa va mal o demasiado bien. Esta vez le iba mal y Antic tuvo que sacarle para aprovechar el efecto contagioso que provoca en la afición. El Atlético perdía y no encontraba la manera de hincar el diente al Salamanca. En realidad, al Atlético le faltó fútbol. Jugó muy mal y desmintió la condición de equipo estelar que se le presuponía en algunos foros.Se había creado un estado de opinión tan favorable al Atlético que sorprendió su decepcionante fútbol. A base de meter goles a puñados y recibirlos casi en la misma medida, se hablaba del Atlético en términos superlativos, probablemente sin merecerlo. Algunos de sus partidos han sido movidos pero mediocres y en otros se ha apreciado un enorme desequilibrio entre el juego de ataque y el rendimiento defensivo, que ha sido debilísimo. Mientras se eliminan las impurezas, el Atlético es un equipo imperfecto que suele entretener. Lo hace porque no especula y porque su propensión al juego de ataque es indiscutible: Dispone además de dos jugadores desequilibrantes -Kiko y Juninho- y de Lardín, una bala que causa estragos en los contragolpes. Y si a Vieri le da por embocar, como ocurre en estas semanas, pues hay goles y alegría. Como propuesta, la de Antic es generosa y nada dañina para el fútbol español. Pero otra cosa es que el Atlético desborde fútbol por todos los costados. A veces ni tan siquiera resulta entretenido. Ahí queda su partido frente al Salamanca. Un penazo de partido.

Antes de que la necesidad le obligara a meter la directa, el Atlético tuvo dos problemas. Jugó mal y ni tan siquiera intentó parecerse a sí mismo. En plan torbellino, el Atlético es un equipo complicado para sus rivales. Es eficaz en la sobreaceleración y en el juego directo, en un fútbol impulsivo difícil de desactivar por su tenacidad. Ésta suele ser su condición habitual, pero ante el Salamanca no hubo ni torbellino ni ná. Y sin su condición vehemente, el Atlético queda muy rebajado.

El Salamaca tomó toda clase de precauciones. Lo hizo por su delicada situación, por el temor que le producía el Atlético y porque no está sobrado de buenos futbolistas. Pero en contra de las previsiones, pasó una noche bastante tranquila. En cuanto a los marcajes, lo más destacable fue el trabajo de Loren sobre Kiko, que apenas se dejó ver. La principal preocupación del Salamanca fue defenderse, cosa previsible. Metió gente atrás y aguantó con bastante firmeza. En el medio campo, enfrió el partido de manera conveniente. Giovanella encontró tiempo para tocar la pelota y para recuperarla. Lo hacía sin solución de continuidad porque en la primera parte el Salamanca estaba atacado de miedo y no se aventuraba a jugar en el campo del Atlético. Con el tiempo, el Atlético daría suficiente cuerda para quitarle el síndrome. Zegarra se unió a Giovanella, Pauleta apareció tres o cuatro veces y Vellisca hizo algún daño por la izquierda.

La flojera del Atlético fue espectacular hasta el gol de Andrei. En el medio campo, Vizcaíno no tuvo peso. En las bandas, Lardín y Aguilera pasaron desapercibidos. Juninho cometió un error: condujo demasiado por el medio. Desprovisto de juego en el centro del campo, quedaba la opción de los delanteros. Pero Kiko no influyó en el juego y de Bogdanovich no hubo noticias en toda la noche.

El partido se le complicó de forma severa al Atlético con el gol logrado por Pauleta, que venía medio anunciado. Pauleta había perdido un mano a mano con Molina y Vellisca había lanzado al palo un remate bastante sencillo. El gol llegó a la tercera. Fue excelente. Tocaron todos los centocampistas con rapidez y precisión ante la perplejidad de la defensa local. Finalmente Zegarra vio la entrada de Pauleta entre líneas y le dejó ante Molina, que sólo pudo mirar el globito.

A esas alturas, Antic sólo pudo encontrar el efecto Futre para dar salida a una situación muy delicada. Futre no está para grandes empresas, pero en el Manzanares provoca el delirio. Por razones sentimentales, Futre contagia a la hinchada. Antic confiaba que la expansión llegara al campo. Entre el ruido de la gente y la necesidad del gol, el Atlético cargó contra el Salamanca. Sin ideas y con pocos recursos. Llegó el gol de Andrei y pareció que había tiempo para remontar. Lo que no había era juego. El Salamanca resistió bien y el Atlético cayó en la desesperación. A última hora se pidió penalti por un derribo a Kiko. Probablemente lo fue. Pero fuera de esa jugada, el Atlético no puede reclamar nada más. Jugó mal y salió del partido con lo que mereció.

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