El juego del zorro
Los teléfonos móviles y las autopistas permiten a los camiones españoles eludir barricadas y piquetes en Francia
La huelga de transportistas franceses está siendo menos dura que el año pasado. Las autopistas funcionan como corredores francos para los camiones y la comunicación entre ellos es clave para evitar el conflicto. Esta es la narración de 24 horas en un camión español por territorio francés.
Martes 4 de noviembre. En Francia, los rumores sobre la reapertura de las conversaciones entre sindicatos y patronal son esperanzadores. En Valencia, los exportadores de cítricos deciden aprovechar para colar en Europa el mayor número posible de camiones. Si el lunes los piquetes habían bloqueado carreteras y autopistas, 24 horas más tarde la situación parece más tranquila. Ricardo Giménez llega a la cooperativa Sonex 5, de Nules (Castellón), con un camión de su empresa desde hace 12 años, Trans-Simó, SL. Son las ocho y media de la tarde.
Carga 23 toneladas de mandarinas que tienen como destino Barendrecht, localidad holandesa cercana a Rotterdam. Y se trata de hacerlo cuanto antes. Apremia el tiempo y la situación. "Dicen que las cosas están bastante bien.Todo sea que las negociaciones de mañana se rompan y el. conflicto se radicalice", apunta Ricardo. Una hora más tarde el motor de su trailer, con cámara frigorífica, se poner en marcha.
Apenas unos minutos después de ponerse en marcha, recibe la primera llamada en su teléfono móvil. Vicent, un compañero de la empresa, regresa a España. "Ayer [por el lunes] las cosas estaban peor", comenta. Las noticias son optimistas. Ricardo prefiere ser prudente. "Llevo 900 litros de gasóleo, suficiente para cruzar Francia". A 38 kilómetros de la frontera, Ricardo hace un alto para dormir en la litera de su cabina. Ocho horas después reanuda la marcha.
Rellena los depósitos de combustible; no sabe qué se encontrará más allá. Una llamada de Celia, que coordina los camiones de la empresa, le confirma que La Junquera está despejada. "Miguel Angel salió ayer y no tuvo problemas", asegura, "aunque le pararon en Toul". A las 12.05, Ricardo cruza la frontera.
No hay piquetes a la vista, pero la situación no es normal. Los camioneros que regresan del interior del continente son agrupados por la policía francesa a la salida del último peaje antes de la frontera. Después, en pequeños convoyes, son escoltados por dos motoristas de la gendarmería hasta la frontera. "No sé si es por evitar incidentes o por justificarse", apunta Ricardo, escéptico ante las actuaciones de las fuerzas del orden francesas en una zona donde no hay rastro de piquetes.
La autopista A-9 se muestra expedita. A partir de ese instante circula por territorio hostil. Las voces amistosas le llegan por su emisora. Destinos, cargas, información sobre el conflicto, bromas... El viaje transcurre con normalidad. Sólo algunos detalles recuerdan la huelga. Varias gasolineras anuncian en carteles que se acabó el gasóleo.
Los puntos conflictivos se advierten con señales en la autopista. Se recomienda a los camiones no tomar determinadas salidas. "Mientras no dejemos la autopista no creo que haya problemas", declara Ricardo. "Parece que todo el mundo circula por aquí y nadie por la nacional", sonríe.
También los camiones franceses que no secundan la huelga se refugian en la autopista. Pendientes de las negociaciones, Ricardo cruza Lyon y llega al peaje de Villefranche, donde el pasado lunes numerosos camiones estuvieron atrapados. "Quiero dejar Francia esta noche, ahora que es fácil. Si las negociaciones fracasaran, a saber qué nos encontraríamos mañana", reflexiona en voz alta. A las dos de la madrugada, cruzaba la frontera hacia Luxemburgo. Sin novedad.
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