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El Mérida hunde al Valencia

Los extremeños ganan un mal partido, sin apenas ocasiones

El Mérida recuperó la ilusión y metió un poco más al Valencia en su larga crisis. Empeñó para ello amor propio y coraje. Su triunfo fue ante un Valencia que sigue sin rumbo, abierto a la duda permanente y que tiene en Romario una referencia teórica, lúdica, pero de poca liquidez para campos donde tocan a batalla. Demostró el Valencia gusto por el fútbol, pero se atascó. Le faltó mordiente.El duelo presuponía navajazos entre dos rivales parejos, angustiados, necesitados de darse una alegría. Ni Mérida ni Valencia tienen buena conciencia en este tramo de la Liga. Urgía mejorar la imagen. Así que el equipo de Jorge D'Alessandro arrancó dispuesto a hacer pocas concesiones. Es un equipo que se arropa bajo un juego viril, fuerte, áspero. Forma un bloque experimentado, sin un rasgo que le defina. El partido nació confuso, defectuoso.

El problema del Valencia está en el orden. Posiblemente no se concentra en un solo jugador, ni en una línea. Le falta concepto de sociedad, vínculos de unión, una visión global para encarar cada partido y anoche Ranieri buscó el orden, la coordinación y la ejecución de sus ideas con otra perspectiva, admitiendo errores, buscando virtudes por un camino diferente. A priori, valentía colocando en punta a Romario, Ortega y Marcelinho.

El Mérida, rudimentario, llegó a borbotones.

Tras el descanso, Romario tuvo una aparición tan brillante como fugaz. Un exquisito control del balón al borde del área. Ojeó la portería y lanzó un espléndido disparo que Montoya salvó con maestría. A Romario le respondió un compatriota: Sinval. Desnudó a Djukic y con el penalti el Mérida se encontró con crédito para alimentar su ilusión por la victoria. Tuvo fe y recurso. Le ayudó el Valencia. Los de Ranieri no intimidaron, fueron poco agresivos y el rival se creció. Defensas y centrocampistas se ajustaron en exceso. Demasiado terreno entre líneas. Un abismo con los delanteros, sobre todo con salidas pausadas, controladas. Y Romario arriba, perdido en su limbo.

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