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FÚTBOL NOVENA JORNADA DE LIGA

El Celta sigue intratable en Balaidos

Un golpe de oficio rescató al Celta de un partido envenenado. Un centro de Mostovoi, un cabezazo de Cadete, y todo el empeño que puso el Sporting en no jugar el partido se desvaneció en un suspiro. Casi una hora se prolongó su boicoteo al fútbol, el propio de un equipo desesperado qué ha firmado uno de los comienzos de temporada más desastrosos que ha contemplado la Liga. Cuando se defendió lo hizo con orden; cuando tuvo que atacar se empleó como un perfecto Segunda División.El gol y nada más. Fue una noche gris para el Celta, que se había preparado para un festín y se encontró con el partido más complicado de los jugados en Balaídos esta temporada. Anulado por un equipo en el que siete de los once futbolistas se dedicaron a defender, y ensombrecido por las poco habituales lagunas de Mazinho, lo único que hizo fue anotar un gol, jugar a continuación cinco minutos que valieron la pena y apurar el encuentro hasta el final. La grada era todo dudas cuando Cadete batió a Ablanedo. Su gol le sirve al Celta para ganar el quinto partido consecutivo en su feudo. Ajeno a la moda que desmitifica el factor campo, el Celta está intratable en Balaídos.

El Celta lo intentó de lejos y a balón parado. No había más alternativas para superar a un rival que preparó el choque como se suponía, dadas las circunstancias. Un punto en ocho jornadas obliga a sacrificar el fútbol, despreciar el talento y emplearse a fondo en el combate. Maceda tiró una línea de cinco hombres a pocos metros de su área y encargó no darle un metro a Mostovoi. El Sporting no jugó al fútbol e impidió que el Celta lo hiciera. Sólo en algún saque de esquina o a través de algún que otro disparo lejano, superaban los de Vigo la barrera de marcado componente físico que planteó el equipo del Molinón. El partido quedó así reducido a una nadería, un ir y venir sin sentido. Un simulacro.

Cuando Mostovoi tuvo el metro que deseaba, sacó un centro dirigido a la cabeza de Cadete y acabó la farsa. El Sporting se fue arriba y lo hizo con un fútbol prehistórico, víctima de la indolencia de sus mejores hombres. Lediakhov, por ejemplo, que trabajó como si el encuentro no fuera con él. Aunque el resultado era apretado, en ningún momento dio la sensación de que el Sporting podía arreglar aquello. Aguantó la tortura hasta el final y quemó una nueva etapa en un camino del que si no se aparta terminará por conducirle irremediablemente al descenso.

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