Jordan pone París boca abajo
Y todos fueron felices y comieron perdices. Es la mejor virtud de este torneo a mitad de camino entre la pura competición deportiva y un espectáculo lúdico-festivo. Todos pueden ganar. Esta vez volvió a ocurrir. La NBA, los Bulls, Michael Jordan, la organización francesa, los espectadores asistentes y los jugadores del Racing de Paris y el Olympiakos, que podrán contar a sus descendientes que jugaron contra el mejor jugador de la historia, se marcharon más contentos que unas castañuelas.Cubrió objetivos la NBA, que año tras año pasea sus modos y maneras por su mercado exterior mas fructífero apoyada en equipos o jugadores legendarios (ya han disputado este torneo los Celtics de Bird, los Lakers de Magic, los Knicks de Patrick Ewing y ahora los Bulls de Michael Jordan), lo que viene muy bien para el negocio. Disfrutaron los Bulls, que se dieron una vuelta por París, hicieron unas compras, se sacaron fotos en la torre Eiffel, se entrenaron lo justo y se emplearon con la intensidad suficiente para no convertirse en el primer equipo NBA en perder un partido.
Y qué decir del rey. Michael Jordan se dio un baño de multitudes y cumplió sobradamente. Nadie podía esperar una de las actuaciones sobrenaturales a las que nos tiene acostumbrados, pues no era ni el momento ni el lugar, pero se comportó de una forma muy profesional, siendo consciente en todo momento de la expectación y las ilusiones que generaba en un público entregado y dispuesto a aplaudirle hasta cuando se ataba las zapatillas. Jordan no les defraudó. Todo lo contrario. Acaparó balón, fue el máximo anotador e intentó jugadas de fantasía, ésas que justifican pagar unos miles por una entrada. A falta de cuatro minutos para acabar el segundo cuarto uso en pie el Palacio con una canasta estratosférica, con medio tirabuzón y soltando el balón de espaldas al aro, digna de figurar en uno de esos vídeos que nos dejan con la boca abierta.
Del juego en sí no se pueden extraer muchas conclusiones. El partido fue vistoso y razonablemente competitivo, aunque sin llegar en ningún momento a planear la sombra de una sorpresa histórica, aunque el marcador fue proclive a ello en algunos momentos del segundo tiempo.
Pero estando Jordan por ahí, pensar en una victoria griega entraba dentro de la ciencia-ficción. Ausentes Pippen y Rodman, eran unos Bulls diferentes. Habrá que esperar a que comience la temporada oficial de la NBA para poder vislumbrar con mejores argumentos el futuro de un equipo con fecha de caducidad decidida. Aunque no parece que las cosas vayan a cambiar en exceso.
En cuanto a Olymplakos, plantó cara y confirmó sus opciones a revalidar su título europeo. Cuenta con un equipo más sólido que el del año pasado, bien reforzado por Hawkins, Karnisovas y Rodgers. Pero el que más interés puso y mejor aprovechó la oportunidad de lucimiento fue Tarlac, en la órbita de los Bulls, y que demostró estar capacitado para intentar la aventura americana.
Y poco más. Final feliz, fiesta completa. Probablemente será la última vez que veamos a Jordan en activo a este lado del Atlántico. Aunque sólo fuese por esto, mereció la pena.
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