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Pedro y las lobas

Lauren Bacall arropó a Almodóvar en Nueva York en el pase de 'Carne trémula'

Más o menos coincidiendo con el histórico momento en que quedó inaugurado el Teatro Real hasta que la muerte nos separe, con un repertorio que revaloriza la castañuela y el madroño en moño, esta gacetillera se paseaba por el Lincoln Center, con motivo del 35º Festival del Filme de Nueva York, cuya glamourosa clausura corrió a cargo de la última película de Pedro Almodóvar, Carne trémula, basada en la novela homónima de Ruth Rendell (La película ha recaudado 116 millones de pesetas en España en el primer fin de semana). Junto a él, las dos 107 lobas protagonistas, Francesca Neri, impresionante, enfundada en un Armani rojo, y Ángela Molina, tan espléndida en belleza como lo está en la película como actriz. Y fijense qué curioso: llevaba mantón de Manila acompañando un sencillo traje negro, y el adminículo le sentaba mucho mejor que a la ministra de tres picos. Ni Javier Bardem ni Liberto Rabal, los protagonistas masculinos, pudieron acudir; parece que al último le están operando de un quistecillo, para que esté rechulo cuando parta a rodar hacia Yugoslavia. Tampoco vino Penélope Cruz, a un paso de trabajar con Stephen Frears.A lo que iba. Antes de la proyección -sala abarrotada, ambiente expectante, como ocurre en esta ciudad cada vez que viene el manchego universal con una obra bajo el brazo- tuvimos copa y cena inforinal en el Coco Opera, que es el típico restaurante sofisticado en el que no te gustaría caerte cuando vas del bufé a la mesa cargada de delicadezas. Pues eso es lo que casi me ocurrió cuando, entre invitados como Debbie Massar -la ex maquilladora de Madonna convertida en actriz- y Wendy Palmer, de Ciby 2000, y cuatro o cinco ejecutivos de la MGM, apareció la auténtica loba madre de la noche. Nada menos que Lauren Bacall.Esta, dama (sin quererla ofender, que es muy suya) del cine mundial, los escenarios, los silbatos y, prácticamente, la vida de quienes fuimos fascinados por su irrepetibilidad siente por Almodóvar admiración profesional y cariño en general. Es decir, que vino, de esmoquin negro, a ver Carne trémula y a pasárselo bien a su lado. Lo primero que le preguntó es cómo se le aguantan esos pelopincho que luce ahora, y Pedro, muy en peluquería de señoras, le contó que con agua, mucho frote de toalla de atrás para adelante y pasándose los dedos niientras se seca. Todo ello gesticulando.

No me caí gracias a los diose.s de Manhattan, pero sí tuve que ir al baño a resituarme la pamela interior y, cielos, al salir del excusado me las encontré: Ángela Molina y Lauren Bacall, pintándose los labios frente al espejo y cotilleando. Bacall sigue poseyendo la mejor risa sardónica nacida en el esternón a que puede aspirar. una mujer inteligente.Ya en el Avery Fisher Hall, nuestro Pedro recibió una ovación al subir al escenario para declarar al regocijado público que toda su vida soñó con participar en este festival. También presentó a Neri y Molina, y las arropó como él sabe hacer. Como el mejor amigo de las chicas y, a la vez, aquel que conoce sus más recónditos secretos.

Carne trémula fue seguida con atención, subrayada con carcajadas en muchos momentos y con emocionados silencios en otros. Y al final, Almodóvar y su equipo saludaron sin parar. Más tarde, en la copa con que se celebró el éxito, el director tuvo la gentileza de departir con esta humilde cronista haciendo hincapié en lo que va a convertirse en uno de mis temas favoritos para lo más crudo del crudo invierno musical que nos aguarda: los labios de Liberto. Nada de silicona, dijo Pedro, sino que, por el contrario, los tiene de nacimiento: "me confesó que, de pequeño, para que los otros niños no le tomaran el pelo, se mordía siempre el labio inferior, escondiéndoselo". Lamenté haberme dedicado a esta incomparable profesión, en lugar de hacerme niñera.

Chanzas aparte, Almodóvar comparte mi asombro por lo poco que se ha hablado en críticas y comentarios en general sobre. la película, de esa voz amenazante y represora, de ese parte leído al principio de Carne trémula en virtud del cual todos los españoles quedan, en 1970, suspendidos de sus derechos. Me estoy refiriendo a la aportación, aunque sea en off, de don Manuel Fraga Iribarne. No ha sido comentada como merece.

Lauren Bacall, entretanto, seguía departiendo y lanzando risas ejemplares. Y yo pensé que es estupendo, aunque sea por un rato, sentirse española y moderna a la vez, y no estar loca.

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