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ELECCIONES EN GALICIA

El ciclón se aplaca

Fraga pisa el freno en los mítines, pero mantiene el vigor para inaugurar multitud de obras

Xosé Hermida

"Manolo, estás guapísimo", le adula la señora que aborda al presidente de la Xunta en la Rúa do Príncipe, la arteria peatonal, del centro de Vigo. Manuel Fraga sonríe, esboza un gesto de satisfacción y responde: "Bueno, nos vamos defendiendo". El desgaste de cadera que se le agudizó tras el pasado verano ha hecho más acusado ese andar característico, bamboleante, que le valió el apelativo de zapatones. Ahora, Fraga cojea ostensiblemente, pero no por ello deja de avanzar con determinación, de entrar en bares, zapaterías y estancos, y de sentarse con unos niños en las escaleras de acceso a un comercio. Al pasar, todos los comentarios versan sobre su aspecto físico, pero las opiniones se dividen: Unos le ven decaído, otros le encuentran "mucho mejor de lo que dicen por ahí". "Usted vivirá muchos años", le promete otra señora.Este Fraga, que cumplirá 75 años el próximo 23 de noviembre, ya no es el Fraga de verbo apocalíptico y actividad febril que recorría España mostrando sus tirantes rojigualda. Sus agendas diarias siguen teniendo pocos huecos y todavía se permite bromear sobre la incapacidad de algunos periodistas para seguirle el ritmo. De vez en cuando también asoma su palabra enérgica o no se reprime de abroncar en público a algún colaborador. Pero ya raramente da golpes sobre el atril de la tribuna de oradores, y la parroquia corresponde con esa actitud más teamplada conteniendo el entusiasmo, sin excederse en las aclamaciones o en los aplausos.

La edad ha domado sus ímpetus y su carácter. ¿Qué le hubiera dicho el Fraga de hace 10 años a ese hippie que tocaba la flauta en Vigo y que se negó a darle la mano?. "Vaya, parece un encantador de serpientes", le dijo el fundador del PP a modo de saludo. "No me interesa hablar con usted", respondió secamente el flautista de ojos hundidos entre greñas. "Está en su derecho. Era sólo por una cuestión de cortesía", le respondió Fraga, y siguió su camino.

Durante el paseo por Vigo, el pasado jueves, Fraga cometió algunos deslices, aunque no muy distintos de los que han engrosado el largo anecdotario de su biografía. Su reparto de folletos publicitarios alcanzó a una periodista y a uno de sus acompañantes, el candidato número dos del PP por Pontevedra, Alberto Durán. A una mujer de acento suramericano la despidió con una afable "bienvenida a Santiago".

Pero estos lapsus que le han hecho célebre -se cuenta que llegó a dar la mano a un maniquí de unos grandes almacenes- los compensa con fulminantes alardes de memoria. Un señor se le acercó con sus dos hijos y le explicó que era hijo de fulanita. Fraga asintió y los que contemplaban la escena pensaron que todo era un cumplido para no defraudar a su interlocutor. Pero, tras permanecer un rato pensativo, el fundador. del Partido Popular se arrancó: "He sentido mucho la muerte de Pepe. Más tarde, a un señor que dijo ser sacristán de la catedral de Tui, le dedicó una minuciosa alabanza al órgano del templo.

Los dirigentes del PP gallego y sus asesores de imagen han mostrado una ostensible preocupación acerca de que la edad de Fraga les perjudicase electoralmente. Por eso le prepararon una agenda liviana, encargaron un absurdo maquillaje electrónico de su fotografía y repartieron consignas entre algunos medios de comunicación para que no se reprodujese la imagen del, presidente subiendo escaleras. Resulta chocante tanta prevención cuando la inmensa mayoría de los asistentes a sus mítines rebasa con holgura la cincuentena. Sólo en las ciudades aparecen entre el auditorio algunos chicos de pelo engominado.

Pero, en realidad, los mítines están siendo un aspecto completamente secundario de la actividad electoral de Fraga. La verdadera campaña se diseña desde la Xunta, no desde el PP, si es que a estas alturas pueden establecerse aún diferencias entre lo que pertenece al partido y lo que corresponde a la Administración. En ocasiones ni siquiera el personal que trabaja para el presidente tiene muy claro si se trata de un acto partidista o institucional. Así, reparte folletos del PP, y cinco, minutos después inaugura una obra.

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Desde primeros de septiembre ha cortado ya casi un centenar de cintas para simbolizar la puesta en marcha de algún nuevo proyecto. En las últimas fechas, las más frenéticas, Fraga ha llegado a inaugurar cinco obras en un sólo día: desde simples cajeros automáticos hasta grandes tramos de autovías. Tampoco es necesario que el proyecto esté terminado. Llega el presidente, pronuncia el discurso de rigor, departe con las autoridades locales, las cámaras registran el momento y, cuando el coche oficial pone rumbo a otro pueblo, las máquinas vuelven a trabajar, se retiran las canastas de baloncesto para seguir adecentando la cancha, la biblioteca queda sin libros o los operarios retiran los tapetes de césped que decoraban provisionalmente la entrada al edificio.

La oposición no deja de criticarle por lo que considera un aprovechamiento partidista del cargo, pero Fraga no se inmuta. Siempre tiene a mano una respuesta. El pasado jueves, en Vigo, aseguró que era la segunda vez que visitaba la ciudad durante la campaña, y los periodistas se preguntaron perplejos si es que acaso había acudido de incógnito anteriormente. En Narón (A Coruña), se encontró a la entrada de un mitin con cinco personas que portaban una pancarta en la que se pedían más fondos para una asociación de ayuda al toxicómano. El líder del PP tomó nota y prometió en su discurso que el próximo Gobierno encararía la lucha contra la droga como su "primera prioridad". ¿Cuál habría sido la principal preocupación de la futura Xunta si los que llevaban la pancarta hubiesen sido maestros o ganaderos?

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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