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El coraje de no disparar

Muchos mitos nacieron de un malentendido. El del Che comenzó a ser inmortal hace 30 años, tal día como hoy, en una escuelita boliviana. Su doble imagen de comandante victorioso y mártir heroico le convirtió en el emblema de la rebeldía juvenil que cristalizaría en las barricadas de Mayo. El malentendido reside en que el Guevara real tenía poco que ver con el antiautoritarismo irreverente que suele señalarse como elemento más característico de esa explosión generacional. Los testimonios de quienes lo conocieron nos revelan un Che puritano, con fuertes rasgos dogmáticos y autoritarios. Pero la paradoja es sólo relativa porque la contradicción ya estaba presente en el movimiento de Mayo: otro mito con su correspondiente malentendido.Fue Regis Debray el primero en darnos la clave de un Guevara convencido de que tenía derecho a exigir a los demás tanto como se exigía a sí mismo. Pero exigir a los simples mortales estar a la altura del héroe sólo es posible mediante la crueldad. A los guerrilleros que le siguieron al Congo y Bolivia les aplicó medidas disciplinarias tan desproporcionadas o hirientes que algunos de ellos pensaron que se había vuelto loco. Un combatiente acusado de haberse acostado con una congoleña fue obligado por el Che a casarse con ella, pese a que tenía familia en La Habana. Se suicidó.

Uno de los motivos del mito es la coherencia de que Guevara hizo gala hasta el postrer aliento. En la carta de despedida a sus cinco hijos resume su vida con estas palabras: "Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa". Hoy sabemos qué fácil es confundir la coherencia con la huida hacia adelante cuando no se ven salidas para los callejones políticos (o personales). Y sabemos, sobre todo, que la coherencia llevada hasta el extremo es el otro nombre del fanatismo. Tal vez, sin embargo, el Che no fuera tan coherente como creía. "Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor", había escrito a comienzos de los sesenta. Pero a punto de partir hacia Bolivia deja un mensaje para la Conferencia Tricontinental en el que explícitamente reivindica "el odio intransigente" que "más allá de las limitaciones naturales del ser humano lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar". En el Diario de Bolivia hay evidencias de ese odio. Pero también vacilaciones: "A las 17 [pasó] un camión del ejército, el mismo de ayer, con dos soldaditos envueltos en frazadas en la cama del vehículo. No tuve coraje para tirarles".

El malentendido del 68 reside en que junto a ese componente cultural libertario coexiste, en lo político, un regreso al dogmatismo más sectario. Mayo interrumpió, en nombre de la pureza doctrinal, la evolución de la izquierda hacia el reformismo democrático, atrasándola por una generación; a los comunistas no se les reprochaba su stalinismo residual, sino, al revés, su socialdemocratización. Lo que políticamente sale del 68 es un leninismo sumario del que derivará el terrorismo de los 70. En Italia y Alemania, sobre todo.

Aquí, muchos se sintieron identificados con el sacrificio del Che, pero sólo unos pocos se tomaron al pie de la letra su llamamiento a pasar de la solidaridad de "la plebe que alienta a los gladiadores" a la participación directa en el tiroteo. Octubre de 1967 es también el mes en que sale de su casa para siempre Javier Echebarrieta: un recien licenciado en Economía de 23 años que apenas siete meses después se convertiría en el primer miembro de ETA en matar y el primero en morir, inaugurando una lista fúnebre que continúa.

Dariel Alarcón, el guerrillero Benigno, compañero del Che en Sierra Maestra, el Congo y Bolivia, actualmente exiliado en Francia, ha publicado unas estremecedoras y muy clarificadoras Memorias de un soldado cubano. Vida y Muerte (le la Revolución (Tusquets, 1997). Su mensaje, reiterado esta misma semana en Le Nouvel Observateur a los jóvenes tentados por la violencia, es que la lucha armada constituye un camino hacia ninguna parte; y que, si quieren contribuir a la causa de la humanidad, al Che que deben imitar es al que un día de 1967, en la selva boliviana tuvo el coraje de no disparar.

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