Fuerte rechazo a Redondo como nuevo secretario general del PSE-PSOE
El III Congreso de los socialistas vascos obligó ayer a la nueva ejecutiva a tener que granjearse la confianza del partido en los próximos meses. El nuevo equipo directivo del PSE, con Nicolás Redondo Terreros como secretario general, nace con apenas el 59% del apoyo de los delegados y una desconfianza manifiesta que llevó a abstenerse al 39% y a votar nulo a casi el 3%. La nueva ejecutiva rompió aguas a las 18.30 del sábado para poner fin a la era de Ramón Jáuregui, cuyo entorno de confianza ha quedado relegado de forma drástica en medio de fuertes pugnas y presiones.
El resultado del III Congreso del PSE-PSOE se acercó bastante a las batallas políticas que acaban con la euforia de los vencedores y la frustración y resquemor de los vencidos. Una euforia que sin embargo se transformó en sabor agridulce cuando el presidente del congreso, Luis Alberto Aguiriano, dio a conocer la exigua mayoría que la nueva ejecutiva había conseguido arrancar a los delegados.El relativo mal trago tuvo además su continuidad durante el discurso del nuevo secretario general, Nicolás Redondo Terreros: muchos de los delegados abandonaron las sillas y el Palacio de Congresos de Vitoria, que ha servido de marco durante estos tres días, en protesta por la forma de confeccionar una ejecutiva que hasta el propio Ramón Jáuregui reconoció que podía haber sido mejor diseñada:"Yo había apostado por una operación de este tipo pero con una dosis de menor exclusión".
La nueva mayoria pasó por la piedra a los pocos miembros que quedaban de la convergencia con Euskadiko Ezkerra. Salvo Mario Onaindia han quedado fuera Jon Larrinaga y Arantza Mendizabal. Además ha machacado literalmente el anterior equipo de Jáuregui, no ha conseguido absorber a los alaveses, y ha dejado varios cadáveres políticos en Guipúzcoa que no estaban alineados con las tesis predominantes.
La ejecutiva ha pasado de 24 a 26 miembros, a pesar de que la intención inicial de Redondo era reducirla a unos 20 miembros.
Finalmente la presencia de vizcaínos del entorno de Nicolás Redondo en las áreas de responsabilidad del máximo órgano del partido es mayoritaria, con un nuevo hombre fuerte de la zona de la margen izquierda del Nervión como es Martín Martínez.
De la anterior estructura de poder que apoyaba a Ramón Jáuregui sólo se ha quedado José Luis Marcos Merino, en el área de Industria. Una de las críticas al nuevo equipo directivo surgió ayer al comprobar que la nueva mayoría había desmontado prácticamente toda la vieja guardia del anterior secretario general.
Los alaveses, que partían a priori como los perdedores, al no participar de la nueva mayoría del socialismo vasco, han mantenido su participación. Fernando Buesa seguirá como secretario general de Alava, y por tanto como vocal en el Ejecutiva regional, al igual que Javier Rejo.
Los que se sintieron más excluidos fueron algunos compañeros de los guipuzcoanos que ahora ostentan el poder. El actual consejero de Transportes, José Antonio Maturana, y la secretaria de Euskera, Maite Pagazaurtundua, ambos guipuzcoanos, y fieles a la anterior dirección del partido, se cayeron de las listas a la primera de cambio y con escasa capacidad de maniobra. El primero habló de venganza" por sus críticas.
El propio Nicolás Redondo Terreros reconoció ayer, durante su discurso de clausura del III Congreso, las dificultades que había tenido, aunque no llegó a sugerir el sentimiento general de muchos delegados de que había pasado "como una apisonadora".
"Empezamos una nueva época", dijo Redondo en un discurso que no conectó con los delegados, "y como en todo hay resistencias". "Hemos intentado", dijo en otro momento, "hacer una ejecutiva integradora que represente las ideas plurales del partido".
Para conectar mejor con la sociedad "me he propuesto dotar a la dirección de un nutrido grupo de alcaldes", añadió el nuevo secretario general. Al final entraron siete, cuatro guipuzcoanos y tres vizcaínos, entre ellos el de Ermua, Carlos Totorica, que junto al presidente del PSOE, Ramón Rubial, arrancó la mayor ovación de los congresistas.
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