Para mayor gloria de Bodiroga
El Madrid aplasta al Cáceres gracias a su defensa y al gran partido del serbio
Decidido: el Madrid está enfermo. Esquizofrenia, reza el diagnóstico. Sufre una metamorfosis de difícil explicación. Un proceso crónico, de aspecto irreversible. Buscar las causas sirve de bien poco. Quizá no quede más que hurgar en la literatura y echar mano de aquello del Doctor Jekyll y Míster Hyde. Por mucho que resulte tópico. El Madrid de la Liga es frenético, imponente, de hermoso juego y escandolosos resultados. El de Europa es una piltrafa.26 puntos, 80% de acierto en el tiro, cinco rebotes, cinco asistencias, una de ellas, por la espalda, de museo. A semejante tarjeta se le pone la firma de Bodiroga y asunto concluido. Entre el Madrid y el Cáceres hay 33 puntos de distancia.
No hacía falta ser Einstein para imaginar que a Arcega le iba a resultar imposible soportar a Santos. Al madridista le dio el arrebato bien pronto. Y se puso a correr. Cuando Arcega comenzó a resoplar, el marcador aseguraba que la batalla había llegado a su fin (21-4 a los siete minutos).
El partido estuvo repleto de nombres propios. Ninguno del Cáceres, claro, un equipo de una vulgaridad desoladora. Bodiroga y Santos enseñaron el camino y el contagio fue general. Sobre todo en defensa, donde el Madrid rozó la perfección. Llevó a su rival al límite de los 30 segundos de posesión y las consecuencias fueron patéticas: 19 canastas de 62 intentos. Entre los protagonistas destacó Mijailov, autor de cinco tapones. El Madrid se regodeó como y cuando quiso. Su defensa era carcelera y su ataque mantuvo el altísimo nivel de la Liga, con Bodiroga, de abanderado. Lo hizo todo y todo lo hizo bien. Incluso fregar la pista con una toalla.
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