El Valencia se redime en Valladolid
El club de Pucela sigue a cero puntos y con 16 goles en contra
En un partido que iba a condenar a uno de los rivales al sufrimiento y al otro a la esperanza, el Valencia obtuvo redención. Los objetivos del italiano Ranieri se cumplieron a rajatabla: un esfuerzo espartano, el estajanovismo en la banda de Claudio López y la recuperación del sentido en el centro del campo de la mano del resucitado Fernando, dieron al Valencia sus tres primeros puntos en el campeonato y la esperanza de tener algo más que desgracias. El Valladolid terminó ayer de morir [cero puntos y 16 goles en contra en los cinco primeros partidos de Liga, un balance terrorífico]. Cayó fulminado después de un trecho de agonía que ha relegado al fútbol. Que le ha escondido en beneficio de otros asuntos. El equipo de Kresic renunció ayer al fútbol y terminó de derribar los últimos muros de un edificio que sólo seis meses atrás se había colado en Europa.El Valencia inició el partido con la decisión que concede la desesperación. Ranieri había dibujado un once que lo fiaba todo a la velocidad en las bandas y en sólo cinco minutos el Valencia cumplió con la mitad del trabajo. Se adelantó en el marcador con una galopada por la izquierda de Claudio López rematada por VIaovic en el segundo palo. Pero sobre todo le quitó al Valladolid los últimos restos de fe que le quedaban. El equipo de Kresic había encajado un golpe en frío y tenía por delante un imposible trabajo de recomposición.
El Valladolid comenzó a estirarse, pero se extravió en el estilo pretendido por su nuevo entrenador. Los dos carrileros que debían cubrir toda la banda no encontraban la forma de tapar las incursiones de Claudio López y de Ariel Ortega. Edu no hallaba espacios para construir y Víctor se perdía en la marca de Mendieta. El Valencia se limitaba a observar la descomposición de su rival y se bastaba para dominar el partido con la recobrada presencia de Fernando en el eje del centro del campo y el abuso que ejercía Claudio López en la banda izquierda. No necesitaba más para quebrar las intenciones de un rival que se acercó con algún peligro a la portería de Zubizarreta, pero esos avisos que lanzó el Valladolid fueron la voz de alarma que puso en guardia al grupo de Ranieri para buscar la sentencia. Con avivar la disciplina y darle tarea a Claudio López podía bastar. Al filo del descanso, otra vez el argentino se escapaba por su pasillo preferido y VIaovic marcaba. Se acabó lo que se daba.
Medio partido le había bastado al Valencia para resolver sus dudas y para dejarse en Valladolid los miedos que hasta ayer le habían amordazado. El Valladolid volvía a recibir un puñetazo cuando estaba a otra cosa, cuando esperaba irse al vestuario para restaurar sus nuevos criterios. Tenía dos goles en contra, un rival que comenzaba a apuntalar su resultado y comenzó a morir. Si no lo estaba ya. El segundo tiempo estuvo llene, de estertores y el último llegó con el gol en propia meta de Julio César. Era el último gesto de un partido que rompía los eslabones que ataban a Valladolid con el fútbol. Lo de ayer sólo fue un caos, la consecuencia lógica de una política que ha llevado al equipo al último puesto de la tabla, una situación hoy por hoy irreversible. Porque no hay un sólo detalle que invite al optimismo.
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