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Brilla la la savia de los grandes

Los equipos filiales dominan las divisiones nacionales, excepto el grupo andaluz de Segunda B

El equipo filial del Atlético de Madrid, el único de estas características que juega en la categoría, es el líder de Segunda División. Los del Oviedo y del Sporting de Gijón mandan en el grupo I de Segunda B -donde también están los del Deportivo, séptimo, Real Madrid, undécimo, y Leganés, decimoséptimo-. Los segundos equipos del Valladolid y del Osasuna encabezan el grupo II -en el que figuran igualmente el Racing, sexto, el Zaragoza, décimocuarto, y el Athletic, décimosexto-. También el Mallorca, revelación de Primera con su segundo puesto, tiene a su filial colocado como líder del grupo III de Segunda B, en el que Barcelona y Espanyol van tercero y cuarto, respectivamente. La marea filial se ha desatado en sólo cinco jornadas.Sólo en el grupo IV hay un vacío de este poder subsidiado de los equipos teóricamente grandes o con prestigio. Es el andaluz, que desde hace años se ha convertido en un durísimo purgatorio para ilustres veteranos de otras épocas de gloria, como el Cádiz, el Recreativo de Huelva o el Málaga, ahora líderes únicamente el Sevilla, que tiene a su padre caído en la inmediata categoría de Segunda, marcha séptimo. Eso sí, por delante del Betis, duodécimo.

El poder del fútbol español se concentra cada vez más. No es ya que el Barcelona o el Real Madrid manden en Primera División. Es que muchos otros equipos tienen su reflejo directo en las categorías inferiores. ¿Casualidad? El fútbol, como todos los deportes, también vive de rachas por muy bien que se planifique el futuro, pero es todo un índice. El Atlético comenzó muy mal la temporada pasada y mientras el Real Madrid se fue a Segunda B él remontó sobradamente al final con Carlos Sánchez Aguiar como técnico, sustituto de Carlos Lobo Diarte. En la actual campana, el cuadro rojiblanco se puso líder el pasado domingo tras alcanzar al Extremadura, ambos con 11 puntos.

Jóvenes con proyección

La realidad de los filiales es que en ellos se aglutinan la mayoría de jóvenes promesas con aspiraciones de subir de categoría y con proyección, mientras los restantes equipos se nutren en buena parte, precisamente, de jugadores veteranos o desechados de estos filiales cuando ya no les interesan a partir de los 20 o 21 años. Aparte de la labor de los ojeadores, los equipos grandes siempre ofrecen más garantías a los jóvenes y su reclutamiento es mucho más fluido.

"Los objetivos del fútbol profesional y del aficionado son muy diferentes", dice Pedro Peña, el coordinador de las categorías inferiores del Valladolid. "Mientras el primer equipo lo que trata es, ganar y no descender, nosotros además de no descender, porque la pérdida de categoría no nos interesaría, tenemos como objetivo fundamental formar jugadores. Ganar es lo de menos. Y esa falta de presión se nota en el campo. En nuestro caso, en un grupo con los equipos vascos que se caracterizan más por la fuerza estamos imponiendo la calidad. Por otra parte, está claro que el salto de categoría es más fácil en. un equipo como el nuestro que en el Elgoibar, por ejemplo. Los chicos se esfuerzan así más porque en cualquier momento el entrenador del primer equipo puede llamarles. Y también es cierto que a la hora de hablar con los padres éstos son más receptivos a que sus hijos vengan con nosotros".

La escalada de los filiales es calificada incluso de "extraña" por Miguel Ángel Rubiera, portavoz del Sporting, que acaba de perder al técnico Antonio Maceda, el recambio cantado para el primer equipo. "Normalmente, por la experiencia, vamos de menos a más y máxime este año que el equipo se ha renovado por completo". Pero el filial del Sporting, como el del Valladolid, son los pequeños consuelos de los dos colistas de Primera.

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