Escartín desbanca a Dufaux
Tonkov impide el triunfo de la ONCE Zülle respira
El espejismo duró apenas unos segundos, hasta que un veterano incombustible que responde al nombre de Alberto Leanizbarrutia tomó el mando de las operaciones. Faltaban aún 11 de los 14 kilómetros de la ascensión a los Lagos; faltaba aún todo lo duro, la Huesera y sus rampas verticales, los falsos llanos peligrosos por la niebla y la lluvia... Fue un ataque sorpresa, la única posibilidad que tenía Fernando Escartín de abrir hueco. De lejos y por sorpresa, así alcanzó unos metros de ventaja, una distancia que no pudo ampliar pese a desfondarse sobre la bicicleta, retorcerse y sufrir. Aquel fue el espejismo: parecía que Escartín se iba incontenible, que enlazando con su compañero Domínguez, de avanzadilla, nadie le detendría, que Zülle no podía perseguirle, que la Vuelta se estaba jugando pedalada a pedalada, que Dufaux sufría. Sólo lo último era verdadero. Lo otro, ilusiones ópticas. Zülle estaba más fuerte que nadie; su equipo estaba con él; la Vuelta estaba asegurada; Dufaux perdía su segunda plaza; Tonkov ganaría la etapa. Lo esperado.Zülle, que a su clase interminable, está uniendo una cabeza y unos nervios de acero, miró marcharse a Escartín y no hizo nada por evitarlo. Si Dufaux no se iba con él, no habría peligro. "Sabía que no iba contra mí, sino contra Dufaux, que sufría detrás", explicó el suizo. Como prueba de fortaleza inmutable, el suizo miope tiró de uno de los dos compañeros que tenía a mano, el inagotable Leaniz. El vizcaíno de Elorrio, el mismo que trabajó en Pajares y en El Morredero, siempre el penúltimo en estar con su líder, se puso a marcar el ritmo. Parecía que no, porque el grupo de elegidos no menguaba, pero la diferencia de Escartín, ya a rueda de Domínguez, ni crecía ni desaparecía, se quedaba estable en la veintena de segundos. Un hecho táctico notable: el que ha atacado se ve obligado a extenuarse para que su intento tenga éxito; al que persigue le basta con que la diferencia se estanque, que la cuerda no se rompa, para que el propio atacante se la enrede en su cuello. Y llegado el momento, Jalabert.
Tres kilómetros más tarde. Leaniz, dada hasta la última gota de fuerza, se abre. Es el turno de Jalabert. La marcha del francés es mucho más rápida. En dos kilómetros, la ventaja de Escartín baja 10 segundos; en uno apenas, del grupo de elegidos sólo quedan tres con el francés, tres que quieren ganar la etapa: Zülle, Tonkov y Jiménez. Dufaux ya se ha quedado definitivamente. Escartín ya ha logrado un triunfo. El segundo objetivo, sin embargo, sabe que es imposible. Ganar la etapa es una quimera. "Salí de lejos porque de cerca sabía que no lograría ninguna diferencia", dijo el aragonés. "Mi objetivo era dejar a Dufaux y, de paso, ver si Zülle fallaba. Y me faltaron fuerzas".
Cuando Jalabert se abrió fue el propio Zülle quien debe tirar del trío. Faltan poco más de cuatro kilómetros, lo más duro ha pasado. Tonkov espera su momento. A tres kilómetros la diferencia de Escartín baja a 10 segundos. La Vuelta está resuelta.
Es increíble lo de Tonkov. Parece un sprinter, un Cipollini, de esos que cuando su equipo se pone a trabajar para que ganen la etapa lo hace con total convencimiento de que la victoria no se escapará. Y dado que el preámbulo de los Lagos fue igual que el de Pajares, ¿cómo iba a terminar de distinta manera? Y encima, la bruma. En el descenso de El Fito, Jalabert repitió la táctica, arriesgada dado el asfalto mojado, de La Cobertoria. Se lanzó, cogió unos segundos, y forzó al Mapei -Lanfranchi y Faresin- a intervenir.
Tonkov atacó a menos de tres kilómetros para la meta. Zülle, que lo esperaba, no picó. Jiménez, que también lo esperaba, no pudo más. Tonkov pasó a Escartín. Zülle enlazó con el aragonés, tomó resuello a su rueda y le dejó a un kilómetro. Pero Tonkov era inalcanzable. A nueve segundos de Zülle llegó Escartín. No importaba. La Vuelta es del suizo de la ONCE, pero de la segunda plaza, que es de lo que se trataba, se hablará de otra manera. Dufaux, en efecto, perdió más de dos minutos con respecto al bravo aragonés.
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