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Luz verde para el Cristianismo en la nueva ley de religión rusa

La Duma (Cámara baja del Parlamento ruso) aprobó ayer, con sólo 6 votos en contra y 4 abstenciones, la Ley sobre la Libertad de Conciencia y las Asociaciones Religiosas. El texto, que obstaculiza el funcionamiento de las confesiones "no tradicionales" y levanta las trabas que se querían imponer al cristianismo, es fruto del trabajo de una comisión conciliadora y no se aleja mucho del que, hace apenas dos meses, vetó el presidente Borís Yeltsin. Previamente, habían llegado al Kremlin numerosas protestas, desde la del Papa a la del Senado norteamericano, que amenazó con cortar las ayudas a Rusia.Para que la ley entre en vigor, sólo falta que la apruebe el Consejo de la Federación (la Cámara alta), algo que se da por seguro, y que la firme Yeltsin, que se ha quedado sin argumentos para rechazarla de nuevo, ya que fue él quien creó la comisión que redactó este último proyecto.

La principal novedad es que el "cristianismo" se incluye en el preámbulo de la ley como una de las "confesiones tradicionales" (junto al islam, el judaísmo y el budismo), lo que evita que católicos y protestantes tengan que someterse a una serie de controles y limitaciones que habrían dificultado enormemente su actividad normal.

En cuanto a la otra gran confesión cristiana, la ortodoxa, el texto aprobado la coloca en una situación de privilegio, en reconocimiento a su papel en la historia rusa. Y lo intenta compatibilizar con la afirmación de que todas las religiones reconocidas son iguales ante la ley y con la teórica separación total de la iglesia y el Estado.

De que esto último no es cierto se han registrado sobradas pruebas en los últimos meses. No sólo se reconstruyen o se levantan de nueva planta, con ayuda oficial, miles de templos en todo el país (el más significativo es la catedral moscovita de Cristo Salvador), sino que el propio Yeltsin no duda en consagrar alguno de ellos junto al patriarca Alejo II. El líder del Kremlln aprovecha ésas y otras ocasiones para dejar en claro que la iglesia ortodoxa debe ser protagonista destacada del proceso de construcción de la nueva Rusia y de la búsqueda de su identidad.

La intención declarada de nacionalistas y comunistas, mayoritarios en la Duma, era poner barreras al proselitismo de las sectas, que se disparó desde que la Unión Soviética quedó reducida a cenizas hace seis años. Rusia ha sido desde entonces terreno abonado para grupos como la Verdad Suprema, que llegó a tener en este país más adeptos que en Japón. Sin embargo, con ese pretexto, la ley pone trabas muy graves a la actividad de numerosas confesiones.

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