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Tribuna
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Epitafio

Los anarquistas se dejaron la piel en el empeño de que no hubiera más dioses, patronos ni reyes. Por esta causa emancipatoria han muerto millones de personas a lo largo de un siglo que cuando se lame las heridas en realidad se las traga. Hay más dioses que nunca, aunque entre los verdaderos sólo Alá está que se sale de la tabla clasificatoria. Los patronos han recuperado condiciones contractuales premarxianas, a veces prericardianas, y si los reyes son cuantitativamente precarios, el entierro de lady Di demuestra que a las masas les gustan las princesas mucho más que los programas, programas, programas, incluso a masas maltratadas por el sistema en versión tatcheriana. Hubiera sido muy interesante que el despliegue de necrofilia principesca popular fuera filmado por Loach, el gran notario de la derrota de la cultura obrera del Reino Unido.Tan de rebajas está el universo mítico que una señorita de buenísima familia malcasada con un precario príncipe heredero de la Corona británica accede al Olimpo como una especie de Robin Hood de la monarquía sin otro mérito que haber conseguido mostrar el culo de la casa real británica. Es dudoso que las masas necrofílicas hayan apreciado la dimensión subversiva del terrorismo mediático ejercido por lady Di en vida. Han seguido el ataúd donde reposaba una princesa bonita, grácil y tan malograda que ni siquiera pudo aprovechar la última sortija que le regaló su último amor. Tal vez las madres de tantos hijos que están o estarán en el paro hayan seguido el cortejo porque Diana era una princesa acogida a reestructuración de empleo y había demostrado sus simpatías por los laboristas. Conciencia de clase, conciencia de clase, conciencia de clase, Julio: Diana era esa princesa que muchas mujeres creen merecer ser y muchos hombres quisieran en casa esperándoles tras sus repetidos viajes de ida y vuelta al Inem.

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