Un castillo, cordero lechal, vinos, el río Duero
Cuando el ensimismamiento se hace señor y dueño y respiración en una parcela sagrada de la Castilla legendaria, bella y tremebunda, se comprende como si nada que Machado se echara a perder cantando la ruta del Duero; se entiende, como si fueran los maravillosamente indecibles espárragos de Tudela de Duero (visita ineludible al restaurante Aída, teléfono 983 / 52 04 73), toda la metafísica de Gerardo Diego cuando embobalicado loa su talento para rimar el río / columna vertebral de Castilla: "Nadie se detiene y escucha tu eterna estrofa die agua...". Y queda claro como la ecuación, dos más dos igual a cuatro, que don Miguel Delibes haya hecho de su Valladolid y de su Castilla la capital del mundo y de la literatura, sin que sea menester que el premio Nobel le venga a dar cuerda.La ruta del Duero no es la letanía del absoluto que salmodia la ruta de la plata que también atraviesa Castilla: ni es la hinchazón emocionadora de santos que es el Camino de Santiago a su paso por la Castilla de León, Astorga, Castrillo de los Polvazares,Cacabelos, Villafranca del Bierzo. Cuando el Duero moja Castilla es el milagro. Y cada cual puede decirlo todo con su sensibilidad o, mejor, con su amor o con su desamor.
Yo he detenido la ruta del río Duero en Peñafiel, al pie del castillo del lugar, del siglo XIV, vivificado con piedra blanca de sillería, asentado en la cresta de un montículo que invita a dominar el mundo y, más aún, el paraíso. En este paraje del milagro de la ruta del Duero hay que descansar en el hotel Ribera del Duero (983 / 88 16 16): otro milagro. Este lugar, único en toda la redondada que le ofrece al mundo los mejores vinos de España, fue fábrica de harinas desde principios de siglo y, va para un año y medio, se convirtió en un lujo que apenas pide 8.000 pesetas por un día de sueño y de sueños. En Peñafiel, según manda la necesidad y como dicta la inteligencia, se come cordero lechal y todo lo demás del recetario castellano en el Asador Mauro (983 / 87 30 14) o en el Molino de Palacios (983 / 88 05 05).
Y, a renglón seguido, un día, dos, tres, o una semana, o lo que el cuerpo aguante, pueden hacer de la ruta del Duero la ruta de las bodegas más emblemáticas del vino tinto español. Para visitar una bodega no hay más que telefonear de antemano y concertar una cita de amor al vino. A siete kilómetros de Peñafiel, en Pesquera de Duero, está esperando Alejandro Fernández y su vino ilustre, Pesquera; a nada de camino, invitan a visitar sus bodegas: Viña Pedrosa, Mauro, Villamayor; algo más alejado brota de la tierra el vino Valsotillo; y, si alguien quiere, puede tentar a la puerta del vino más singular y grande y célebre de España: el Vega Sicilia, que también elabora un vino barato y espectacular, el Alión. Todas estas marcas no son más que algunas, asentadas en la gloria. Pero en la ribera del Duero, que hace una docena de años contaba sus viñedos con los dedos de pocas manos, se acerca ya al centenar de vinos que se han lanzado a la conquista del mundo.
Las viñas, surcadas por el Duero, son fuente de otra inspiración, de otro paisaje, de otro clima, de otro veraneo.
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