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Yeltsin promete a los rusos que no habrá víctimas del nuevo rublo

Borís Yeltsin se dirigió ayer por radio a todos os rusos para lanzar un mensaje de confianza, tras el anuncio de que el dinero perderá tres ceros a partir del próximo 1 de enero. El líder del Kremlin aseguró que no habrá víctimas del nuevo rublo como en anteriores reformas monetarias y que no tardará en llegar el día en que los rusos se sientan orgullosos de su moneda y no quieran cambiarla ni siquiera por el dólar.

Yeltsin rozó la euforia al asegurar que se ha vencido a la inflación, que no existe el riesgo de nuevas devaluaciones y que no habrá víctimas como consecuencia de una reforma monetaria que, según el presidente, evitará que "ir de compras se convierta en un examen de aritmética". Al cambio actual, de unos 40 rublos por peseta, o de cerca de 5.800 por dólar, mucha gente, añadió Yeltsin, "no puede ir a la tienda sin una calculadora".La reforma anunciada el pasado lunes hará que -a partir del 1 de enero y durante todo el año 1998- coexistan los dos tipos de billetes, y los precios se marcarán en ambos. El viejo rublo morirá el 31 de diciembre del año próximo como medio de pago, pero se podrá cambiar aún, sin restricciones, hasta el año 2002.

Un fallecimiento, el de la moneda actual, causará, paradójicamente, dos renacimientos: el del viejo kópek (que pasara a valer unos 25 céntimos de peseta) y el de las monedas, casi inexistentes en un país con billetes incluso de 100 rublos (unas 2,50. pesetas). Ya se pronostica un boom de las máquinas expendedoras de diversos productos.

El dólar se ha convertido en la práctica en la segunda moneda de Rusia y, para muchos ciudadanos, es la primera. La población invierte en el más internacional de los billetes hasta el 90% de sus ahorros y, tan sólo en 1996, adquirió de manera oficial más de 50.000 millones. Los rusos tienen en casa dólares más que suficientes para provocar casi una crisis monetaria mundial si de repente los pusieran masivamente en circulación.

Están prohibidos, sin embargo, los pagos directos en la moneda estadounidense. En la mayoría de los restaurantes, por ejemplo, la cuenta viene primero en dólares y luego en rublos, y sólo con éstos se puede abonar en efectivo.

Paradójicamente, el rublo tiene una fortaleza inusitada respecto a monedas como el marco, el franco o la peseta, ya que se mantiene, de manera extraoficial, ligado al dólar. El espectacular aumento producido a lo largo de este año en la cotización de la divisa norteamericana no se ha reflejado en Rusia. Muchas compañías extranjeras que operan en este país han visto gravadas sus cuentas de gastos de personal y vivienda en más del 20%, en tan sólo unos meses.

"El rublo no se devaluará más", afirmó ayer Yeltsin. "La inflación está vencida". Y es cierto, aunque haya importantes desequilibrios que hacen la vida muy difícil a millones de personas. El aumento de los precios se ha controlado y se sitúa ya apenas por encima del 14%.

Por elevada que parezca esa tasa, es una nimiedad comparada con más del 1.000% en 1992, en la etapa más enloquecida de la transición a la economía de mercado, y precisamente con Yeltsin en el poder. Parece como si el líder del Kremlin quisiera quitar al rublo los tres ceros que él mismo le puso.

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