Todo comenzó con González y Abascal
Ahora que Fermín Cacho comienza a tener la certeza de que cuenta con Reyes como sucesor se puede hablar de una edad de oro en el mediofondo español. Todo comenzó a principios de los años 80 con José Luis González, un atleta de gran clase que comenzó a sembrar sobre el erial reinante. Hasta entonces, el atletismo español vivía en el subdesarrollo y en el esfuerzo aislado de unos pocos atletas, casi todos fondistas tenaces que se sobreponían a sus limitaciones gracias a una voluntad extrema.González fue el primero que se salió de la rueda de los fondistas, se metió en el desconocido mundo del mediofondo y se atrevió a mirar de frente a los mejores de su época: Coe, Ovett, Auita, Cram, Walker, Maree o Wessinghage. Probablemente nunca se ha vivido una época en el mediofondo como aquella. Y González, de cuya arrogancia nunca hubo duda, nunca temió en medirse con ellos. Aquellos que le acusan de fracasar en los Juegos Olímpicos olvidan el efecto de imitación que produjo en muchos jóvenes y el desafío que siempre representó para el otro gran mediofondista español de los 80: José Manuel Abascal.
En aquella competencia, Abascal jugaba el papel de atleta sólido, fuerte ánimo y listo para apurar sus cualidades. Su medalla de bronce en Los Angeles 84 tuvo la virtud de trasladar el deporte español de la edad de piedra a la edad moderna. Con aquella gesta se cerró el periodo de la individualidad espontánea, tan habitual en nuestro deporte (Blume, Santana, Nieto o Ballesteros).
Con Abascal y González se generó la autoestima necesaria para competir con las viejas potencias europeas. Cualesquiera que sean las carencias actuales, nada es igual desde la aparición de aquellos dos héroes. Gracias a su semilla, probablemente surgió Cacho, de la misma manera que Estévez es el producto del magisterio del atleta soriano. Y así deberá seguir la cosa, en nombre de la tradición del mediofondo, que iniciaron dos atletas inolvidables.
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