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CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO

Greene, el nuevo bólido estadounidense

El joven velocista destrona a Bailey y confirma el relevo generacional. Boldon falla en la final. El ganador se queda a dos centésimas del récord mundial

Se esperaba a Boldon, pero apareció Greene. Y en cualquier caso, Bailey segundo, quedó des tronado. Hay una lectura personal -la victoria de un sprinter joven- y otra política: la recuperación de Estados Unidos como centro de poder de la velocidad. Desde los campeonatos del 1991, cuando Carl Lewis batió el récord mundial frente a su compatriota Leroy, los estadounidenses habían fallado en todas las grandes citas. Fracasaron en Barcelona 92, en los Mundiales de Stuttgart 93 y Gotemburgo 95 y también en su propio suelo, en Atlanta, donde Bailey les barrió. En plena recuperación del prestigio perdido, otro nuevo producto, Montogmery, fue tercero. La decepción fue Ato Boldon, cuyas exhibiciones en las series previas no le sirvieron para nada: fue quinto.La final de 100 metros transcurrió entre la sorpresa y la decepción. Se esperaba mucho y supo a poco. Maurice Greene, el último bólido estadounidense, ganó claramente con 9.86, pero sin batir el récord del mundo que mantiene el canadiense Bailey con 9.84, y sin superar tampoco los 9.85 del anterior poseedor, el también estadonidense Leroy Burrell. Greene, que tuvo la mejor puesta en acción, mientras Bailey volvía a salir muy mal, sólo ha igualado la marca que le dio el título mundial a Carl Lewis hace seis años en Tokio y la que consiguió Fredericks el año pasado.

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El asalto al récord del mundo quedó en un asalto al poder. El podio de los Juegos Olímpicos de Atlanta quedó destrozado. Bailey bajó un peldaño y Fredericks y Boldon se cayeron. La nueva ola de velocistas estadounidenses, esa cantera inagotable, ha funcionado. Después de la seguridad y hasta la arrogancia de Bailey en las últimas grandes citas, Atenas le ha venido como una gran cura de humildad. Mientras no mejore en las salidas, ante hombres en forma como Greene ayer, o Boldon si no hubiera fallado, seguirá cosechando derrotas. Tardó 145 milésimas en ponerse en acción, el antepenúltimo de los finalistas. Boldon fue el mejor, con 123, pero en sus primeros apoyos se encontró perdido. Muy diferente fue lo de Greene o Montgomery. Ambos tardaron 134 milésimas, pero se pusieron. inmediatamente a velocidad de crucero, junto a Fredericks, que fue aún más rápido, pero su mayor estatura le perjudica en los primeros apoyos. Bailey también siguió con ese problema y su reacción no le iba a servir para alcanzar al nuevo campón mundial.

Greene, que ha sido el más rápido en el conjunto de todo el campeonato, apretó los dientes y por la calle 3, con Bailey a su derecha, controló siempre por delante la carrera. En este sentido, fue una carrera lineal. Maurice Greene se fue directo hacia la victoria desde el primer metro. Por un momento, Bailey dio la impresión de organizar uno de sus célebres ataques entre los 40 y 70 metros, pero le faltó la explosión final frente a Greene que aguantó perfectamente el tirón. A diferencia de Boldon, que volvió a fallar como en Atlanta, Greene siempre estuvo bien metido en la carrera. No sacó la lengua hasta el final, cuando vio que aún más a la derecha, por la calle 5, no venía su amigo Boldon. El velocista de Trinidad fue el primero en ir a abrazarle. Luego se juntó Montgomery, cuya sobresaliente actuación le catapulta de manera definitiva a la aristocracia de la velocidad, y mientras los tres estaban en el suelo, Bailey, de pie, rumiaba su rabia con gestos claros de enfado. Miraba a la gran pantalla donde se repiten las carreras y los atletas suelen pararse unos segundos para verlas antes de pasar a la zona mixta de las entrevistas. Y la imagen que veía era a los tres rivales amigos celebrando quizá más que la victoria, su derrota.

Boldon, desconocido desde los primeros metros, como si hubiera entregado el testigo en la mejor ocasión, al estilo Merlene Ottey, aceptó deportivamente la derrota y se mostró contento por la victoria de Greene. Pero no quiso aceptar su invitación a dar la vuelta a la pista para recibir los aplausos de los no muchos espectadores presentes. Dijo que había sentido calambres y que no estaba para fiestas. Fue una imagen bien distinta. a la de tres horas antes, en las semifinales, cuando ganó otra vez con autoridad. Pero no estaban los que casi repetirían puestos después. Esos corrieron en la otra serie y Greene derrotó ya por primera vez a Bailey (9.90 por 9,91). El canadiense se dejó ir, pero en la final no llegó. Fredericks, tercero con 9.93 ante Montgomery, también cedió. Estaba visto que la presión la iban a llevar mejor los estadounidenses.

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