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Tribuna
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La pantomima

La grande bucle, término ya en desuso es, evidentemente, el mayor espectáculo de la temporada ciclista. A su vez este abigarrado trasatlántico está lleno de infinitas representaciones; de todas ellas, la etapa, ya lo dije, es la gran tragedia griega donde los corredores, sobre sus altos coturnos de pedales, narran en su escenario épicas historias de dioses y coros. Pero en este festival de 21 días, la carretera y sus entornos se llenan también de espectáculos circenses donde se desarrollan ritos y pantomimas. Entre los primeros, y confieso que el más aburrido, la ceremonia del podio, ya totalmente mercantilizada, donde los corredores han de besar a señoritas -por cierto menos atractivas en belleza y atributos cada año que pasa-, y recibir leoncitos de peluche, productos regionales y ramos de flores que inevitablemente han de arrojar al público en vez de guardarlos para sus parientas. En cuanto a las pantomimas abundan sobre todo a lo largo de la carretera y sus intérpretes son siempre supuestos aficionados, que con también supuesto entusiasmo, corren los 100 metros lisos junto a un corredor que nunca es su ídolo, si es que lo tienen, sino el que primero les cae a mano, rompiendole los cojones pero adquiriendo esos tres o cuatro segundos de personal fama ante sus amigos. A estos caricatos sólo se les puede responder con un guantazo como el que les lanzó Pantani el otro día. A propósito de italianos, sólo sería salvable entre estos botarates el demonio de todos los días, el del rabo tan peligrosamente largo es un milagro no se haya enrollado en alguna rueda, pero al que perdonamos porque sí sabemos es un auténtico hincha del diavolo, ya saben, el bravo Chiapucci injustamente eliminado y del que queda este patético seguidor, animando a cualquier corredor sea o no de su admiración.

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La mama del líder

Luis García Berlanga es director de cine.

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