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Tribuna
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El paso cambiado

Era en Zaragoza en junio de 1981. Se celebraba el día de las Fuerzas Armadas con un desfile que el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo presenció en sillas de tijera. Acabábamos de salir del 23-F y todavía se advertían señales del susto pasado. Algunos pluma y micrófono en ristre proseguían la exoneración, cuando no la exaltación, de los golpistas y la simultánea denigración de quienes habían probado su lealtad constitucional desoyendo invocaciones a otro patriotismo capaz de sojuzgar a los españoles antes que consumar la ruptura del compañerismo de academias y petates. Ante la tribuna desde la que el Rey presidía, llegó casi cerrando el desfile una nueva unidad antiterrorista de la Guardia Civil que desfilaba por primera vez. Sus integrantes se entrenaban con dureza en El Escorial, pero con unos planes de instrucción que seguían pautas más parecidas a las de los bomberos que a las de los cadetes siempre dispuestos a las brillantes paradas militares. Todavía habría que esperar unos años hasta la aparición del Gran Wyoming, pero -siguiendo el ejemplo adelantado por la Legión, que con su cabra mascota por delante levantaba el entusiasmo del público- los antiterroristas de la Guardia Civil se presentaron en el paseo de la Independencia precedidos por un cochino jabalí. Aseguran testigos de alta graduación que la pasada de la mencionada unidad ante la tribuna se caracterizó por el desconcierto y la desarmonía. Cuentan que entonces el Rey, sin disimular la situación, quiso desdramatizarla y volviéndose levemente hacia el general director del Cuerpo comentó: "Muy bien esta unidad, pero el único que llevaba bien el paso es el jabalí".Un buen observatorio para detectar quién lleva bien el paso ha sido la tribuna del XXXIV Congreso del PSOE. En este escenario fue Felipe González el que dejó a todos con el paso cambiado tras su anuncio de que rehusaba a ser candidato a la secretaría general del PSOE. Sucede, como ha escrito un colega en el semanario El Economista, que nadie es de cuproníquel y que en función del cálculo de resistencia de materiales llega un momento en el que hasta el más pertrechado de los líderes se siente emplazado ante sí mismo y procede a pulverizar las expectativas de quienes pronostican invariablemente que el cinismo cainita será el lema permanente de su comportamiento. Así ocurrió también con Adolfo Suárez a quien se atribuía la capacidad ilimitada de anteponer su permanencia en La Moncloa a cualquier interés público superior. Eso sí, en cuanto dimitió como presidente del Gobierno vinieron las airadas reclamaciones de quienes habían exigido la dimisión pero consideraban la explicación insuficiente. Estuve entonces entre los que pensaron que lo único inexplicable, como el diluvio que venía soportando Suárez, era por qué había resistido hasta ese día sin retirarse antes.Se estima que uno de los momentos en que cada personaje da su propia talla con más exactitud es el de marcharse. Por eso en buena preceptiva se recomienda a los políticos que desde el mismo momento en que acceden a un puesto se entrenen para dejarlo. Pero si el arte de la retirada consistiera en combinar de modo adecuado las convicciones personales y las responsabilidades políticas contraídas, habría que reconocérselo a Felipe González, que ha conseguido salir por la Puerta Grande. La ocasión del XXXIV Congreso ha servido también para comprobar que los buenos ejemplos cunden muy poco. Pudo verse a destacados miembros de la comisión ejecutiva anterior demostrando ser completamente inmunes a ese contagio hasta el punto de que algunos hubieron de ser retirados del ruedo por los servicios de orden. En cuanto al nuevo secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, llega con la garantía de que no se ha buscado ese puesto, como tampoco los anteriores de su dilatada carrera política, cuyo lema podría expresarse en términos castrenses con aquellos versos de Calderón: "Ni pedir, ni rehusar". Almunia con sus primeras declaraciones en la mañana de ayer a Iñaki Gabilondo confirmó una vez más su integridad y su probada capacidad para crecerse en el ejercicio de sus responsabilidades.

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